En la noche del 20 de diciembre de 2005, el policía Jesús Orlando Toc Sandoval se encontraba dentro de un vehículo junto con dos hombres encapuchados y un joven hondureño que los tres sabían que sería asesinado porque había presenciado hechos que nadie debía conocer. Iban a un lugar que Toc Sandoval ignoraba, por una carretera solitaria que habían tomado en un desvío de la ruta al Atlántico. Cuando al fin se detuvieron y uno de los encapuchados salió del carro, el otro hizo salir también al joven hondureño y poco después se oyeron disparos, Toc Sandoval imaginó que a continuación sería su turno. El agente pensó que él también sabía demasiado y que aquel lugar, una finca conocida como Las Hormigas, situada en la ruta a Palencia, sería el lugar de su muerte.
Afortunadamente para él, esto no sucedió. Los dos encapuchados y el agente regresaron en silencio a la Dirección General de la Policía Nacional Civil (PNC), en la zona 1 de la ciudad capital y allí se separaron.
Para Toc Sandoval aquel día terminó una historia que había comenzado dos meses antes: su participación en la caza de dos de los reos que se habían fugado de El Infiernito en octubre de 2005.
En ese periodo, Toc Sandoval había dejado su rutina como agente raso en la PNC y se había adentrado en un mundo desconocido hasta ese momento para él: las operaciones que dirigía un especialista venezolano al que muchos veneraban en la PNC y al que algunos llamaban: “comisario general” o “Frank”, pero cuyo nombre era Víctor Rivera —asesinado en 2008—.
Toc Sandoval recordó aquel periodo ante una juez en octubre de este año. Su testimonio fue reproducido esta semana durante una de las audiencias de primera declaración en el nuevo caso de ejecuciones extrajudiciales que enfrenta el exministro de Gobernación (2004-2007), Carlos Vielmann y cinco policías, entre ellos el exviceministro de Gobernación, Kamilo Rivera, y el exsubdirector de la PNC, Stu Velasco, que en ese entonces formaban parte de la unidad que dirigía Víctor Rivera.
La Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI) les acusa de asesinar a dos de los reos que se fugaron de El Infiernito y a una persona que no tenía nada que ver con ellos pero que presenció una de las ejecuciones —el joven hondureño—. A Vielmann también se le atribuyen delitos de torturas, supuestamente padecidas por otros cuatro presos fugados.
El testimonio de Toc Sandoval y el de otros tres agentes —Hugo Ortiz, Jimmy Díaz y Armando Vasquez— que trabajaron con él, es clave en el proceso.
Ellos presenciaron la captura y ejecución de uno de los fugados, alias “El Nica”, y el asesinato del joven hondureño que les condujo a “El Nica”. Los cuatro policías serán decisivos para probar que el asesor venezolano fue el cerebro detrás del asesinato de los reos fugados de El Infiernito, que al menos tres miembros de sus unidad participaron en los hechos, pero no solo eso.
La fiscalía condujo el interrogatorio de estos testigos de manera que sus relatos dejaran patente algo más: Rivera no formaba parte de la estructura policial y no tenía asignada de manera oficial la captura de los reos fugados, pero en la práctica, fueron él y sus hombres los máximos responsables de la operación. Y si Rivera, quien tenía un contrato suscrito con el Ministerio de Gobernación, no obedecía órdenes de los mandos policiales, entonces ¿Ante quién rendía cuentas? Para la fiscalía, esto evidenciaría que tuvo que ser el ministro el responsable de todo lo que sucedió.
Toc Sandoval, Ortiz, Díaz y Vásquez era cuatro agentes de la PNC sin mucha experiencia policial. Como relató Vásquez ante la juez, solo Ortiz, quien era subinspector, tenía algo de idea de cómo investigar. Sin embargo, de un día para otro, en octubre de 2005 se vieron involucrados en la principal operación policial del momento, el llamado Plan Gavilán: la búsqueda y captura de los 19 reos que hicieron un túnel y huyeron de El Infiernito.
En el mismo día de la fuga, los cuatro agentes, que procedían de unidades diferentes, recibieron la orden de presentarse en el antiguo palacio de la PNC, en la zona 1. Allí, les explicaron que formarían uno de los siete grupos del Plan Gavilán. Les entregaron un teléfono, un vehículo y dos folders en los que había fotografías y algo de información de dos de los reos fugados: alias “El Nica” y alias “El Gato”. Ellos serían su objetivo.
A continuación, les ordenaron ir al auditorio de la Academia de la PNC, en la zona 6. Allí estaban presentes, además del ministro Vielmann, casi todos los altos mandos policiales. Sin embargo, según coincidieron los cuatro agentes, quien llevaba la batuta de la reunión era un civil del que hasta ese momento ellos solo habían oído hablar. Era un hombre de tez blanca, bigote cano, que solía llevar una gorra bordada con ramas de laurel y lentes oscuros.
Su nombre era Víctor Rivera y allí mismo, en un pizarrón, según recordó Vásquez, les comenzó a explicar cómo debe buscarse a un hombre, cómo debían hacer un mapa de sus relaciones, de quiénes eran sus parientes, sus amigos, sus enemigos, quiénes les habían visitado en prisión, y a partir de ahí localizarlo. Según relató Toc Sandoval, Rivera fue el único que transmitió órdenes ese día y el ministro Vielmann estuvo presente en todo momento.
Después de aquel primer encuentro, los siete grupos del Plan Gavilán recibieron la orden de presentarse cada ocho días en la sede del Ministerio de Gobernación para rendir cuentas de sus avances ante Rivera y sus hombres. Para el grupo de Toc Sandoval y sus tres compañeros aquellas reuniones, eran como un examen. Rivera, de hecho, les pedía que calificaran su trabajo con un número del uno al diez.
En la primera sesión a la que asistieron recibieron “una regañada” de Rivera por estar perdidos en la investigación, según recordó Vasquez.
Después, cuando el Ministerio de Gobernación ofreció recompensas de Q50 mil a quien aportara información y se creó un call center para recibir ayuda de los ciudadanos, las cosas comenzaron a ir mejor.
Los cuatro agentes encontraron un informante que les condujo a “El Gato”, quien se escondía en una casa en Villa Hermosa, en San Miguel Petapa, al sur de la capital. Ortiz, quien comandaba el grupo por ser subinspector, decidió informar al Ministerio Público (MP) y solicitar una orden de allanamiento en un juzgado de Escuintla para poder entrar en la casa donde se escondía al prófugo. Esa decisión, quizás, salvó la vida de “El Gato”.
Al amanecer, mientras volvían de Escuintla y se dirigían a Villa Hermosa, avisaron a los mandos oficiales del Plan Gavilán que iban a realizar la captura y solicitaron refuerzos. El prófugo se entregó sin oposición. Al de unos minutos llegaron los hombres de Rivera, que normalmente vestían ropa tipo comando sin ninguna identificación, usaban gorros pasamontañas, y portaban fusiles de asalto. Según relató Vasquez, Kamilo Rivera —quien llegaría a ser viceministro de Gobernación— se abalanzó sobre “El Gato” y comenzó a golpearle. Los cuatro agentes sintieron que los hombres de Rivera estaban enojados. Ortiz le contó a la juez que uno de ellos —no recordaba quien— le dijo: “Mejor no hubieran llamado al MP”. Díaz relató que los hombres del Rivera les increparon por “no haber seguido el procedimiento”: informarles a ellos en cuanto ubicaron al prófugo.
Un poco más de la audiencia: Ex secretaria de la PNC afirma que Vielmann ordenó el asesinato de los prófugos de El Infiernito
A partir de entonces, Diaz, Vásquez y Toc Sandoval sintieron que Ortiz se volvió distante, dejó de compartirles información. Ellos supusieron que algo sucedió, que Ortiz fue reprendido por Rivera u otros mandos, aunque él nunca les dio explicaciones —tampoco mencionó nada al respecto en su declaración judicial—.
La manera en la que procedieron durante la captura de su segundo objetivo,“El Nica”, fue totalmente diferente. En cuanto lograron captar a una informante, la llevaron a la sede del Ministerio de Gobernación y se la presentaron a Rivera y sus hombres. Ellos le dieron dinero e instrucciones y le pidieron que llamara por teléfono a “El Nica” delante de ellos. A partir de entonces, el grupo de cuatro agentes se desvinculó de la investigación. Se limitaban a acompañar a la colaboradora cada vez que el grupo de Rivera quería hablar con ella.
Una mañana les avisaron que tenían que estar listos para la captura del prófugo. Llegada la noche, Díaz, Ortiz y Vásquez se subieron a su vehículo y recibieron la orden de seguir a un grupo de camionetas y carros a los que se habían subido los hombres de Rivera. A Toc Sandoval le pidieron que se separara de sus compañeros y que se subiera a uno de estos vehículos. La caravana se dirigió hacia la zona 7 de la capital.
Esta vez no hubo aviso al MP ni orden judicial.
La informante, siguiendo instrucciones, había tendido una trampa a “El Nica”. El prófugo le había pedido que le dejara unos medicamentos en un café internet de la colonia El Amparo y ella lo hizo. “El Nica” era desconfiado y no se presentó personalmente a recoger las medicinas. Envió a un muchacho hondureño llamado Adonis Murillo, un albañil que estaba construyendo la casa en la que se escondía “El Nica”. En cuanto llegó al café internet, los hombres de Rivera lo detuvieron y lo metieron uno de sus carros. Murillo les condujo a la casa donde estaba “El Nica”. Al llegar, los hombres, ya encapuchados, echaron la puerta abajo y capturaron al prófugo.
La comitiva de vehículos volvió a la zona 1, a la Dirección general de la PNC. Allí permanecieron en el parqueo hasta que más hombres y vehículos se les unieron. Fueron a la zona 5, a un lugar solitario a esas horas, frente a un instituto. Dos camionetas cerraron los dos extremos de una cuadra. Allí, “El Nica” fue ejecutado ante la vista de todos por hombres encapuchados. Estos mismos recogieron los casquillos y le plantaron un arma al cadáver. Poco después llegó Víctor Rivera.
Ortiz, Vasquez y Díaz, que estaban juntos en el mismo carro, se pusieron nerviosos. Ortiz se acercó a un mando, el comisario Victor Hugo Soto Diéguez —también procesado por este caso y ya preso por otras ejecuciones extrajudiciales— y le preguntó: “¿Cómo le hago con el informe?”. Soto, según Ortiz, le respondió: “póngale que fue un enfrentamiento”.
Toc Sandoval, por su parte, tenía preocupaciones más graves. Cuando vio lo sucedido, comprendió que el chico hondureño, que estaba en el mismo vehículo que él, no sobreviviría. También comenzó a temer por su propia vida.
Todos se fueron. Los tres agentes volvieron a la Dirección General de la PNC. Toc Sandoval presenció la asesinato de Adonis Murillo, según él, cometido por Axel Martínez Arriaza, uno de los hombres de Rivera, en la finca Las Hormigas, en la ruta a Palencia.
Después de aquel día, los cuatro abandonaron el Plan Gavilán. Durante algún tiempo tuvieron miedo y algunos de ellos dejaron la PNC en cuanto pudieron. Trataron de olvidar hasta que un día, la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG) les convocó para ser testigos en un caso en el que está acusado Carlos Vielmann, el hombre durante cuyo mandato sucedió todo.
Mario Paredes /
Cuando pasan hechos como estos la primera reaccion es de alegria porque menos el hondureño los demas eran perlas. Pero despues viendo lo del hondureño y recapitulando casos similares alrededor del mundo mejor que se siga el debido proceso y claro esta que se llegue a la pena de muerte porque esos cuerpos paralelos siempre terminan trabajando para alguien mas que no son los organos de juaticia y asesinando a gente inocente.
Jose Gonzales /
Sicarios del CACIF.... Guatemala esta deseando ser un pais serio y no una finca mal gobernada
Giovani /
La finca, aquella en donde el dueño manda al capataz a ejecutar a diestra y siniestra Que otra forma tendria un tipo como vielman de dirigir la seguridad del estado? Recuerden bien que el caso Rosenberg, acudio a sus primos empresarios para que les prestara un sicario para arreglar un problema de extorsión, toda una novela la que se convirtio algo tan normal para nuestros empresarios, arreglar los problemas con muerte.