Entonces, para que uno se decepcione por los resultados de las elecciones de este domingo, es necesario haber cifrado –algunos de forma muy secreta, probablemente– alguna esperanza en todo este proceso. Da un poco de miedo pensar que no solo los que votan “alegre e ingenuamente” le tengan esperanza a un proceso electoral como el recién pasado.
A juzgar por la decepción que sobrevuela nuestras conversaciones, resulta que casi todos teníamos algún grado esperanza. Si no, ¿a cuenta de qué la decepción? ¿O es nomás por mero ejercicio cotidiano, como hacemos algunos con la tristeza, la desesperanza y el pesimismo existencial?
Veo a gente sumamente crítica profetizando el regreso al pasado en cualquiera de sus vertientes más nefastas: más corrupción o más militarismo. ¿En serio es posible profetizar “el regreso al pasado”? ¿Cuándo fue que lo superamos, pues?
Y también lanzan sentencias que nos señalan: primero, por botar a un gobierno; luego, por no botar a ningún gobierno en realidad. Después se achaca que ayer resultó electo un presidente igual al que en principio fue derrotado por los propios ciudadanos, pero que en realidad no fuimos los ciudadanos quienes lo derrotamos. Me rasco la cabeza por este embrollo dialéctico. No sé cómo es que le llaman a esto en los confines de la lógica formal.
Solo entiendo esta especie de frustración colectiva desde la catarsis. Salvo que, en el fondo, hubiéramos tenido alguna expectativa real para lo que sucedió ayer. Así que, mis buenos amigos, llego a lo que realmente les quería preguntar: ¿qué tan decepcionante fue para ustedes el resultado de estas elecciones?
La decepción puede ser mucha, poca o inexistente; pero en cualquier caso, los invito a lo que realmente importa. Seguro que muchos ya andan en eso, pero es vital recordarlo. Sí, eso: organización. El objetivo de todos: llegar a tener un mejor país. Y, hay que saberlo también, la construcción de un sistema de elección representativo y sostenible –uno que nos transmita esperanzas reales y en el que realmente valga la pena cifrar expectativas– será un proceso lento.
No fue el domingo 25 de octubre, ni el lunes 26. Y quizá tampoco durante los próximos ocho catorces de enero que se vienen. Pero seguro que será. Y yo, por primera vez en la vida, le apuesto absolutamente todas mis expectativas a algo: al verdadero futuro. ¿Pero a lo que resultó de este proceso electoral? ¡Ja!
Engler García /
Me parece, Jorge Chajón, que equivocó el link al artículo para su comentario. Lo invito a que lo lea de nuevo.
Saludos,
Jorge Chajón /
Análisis que llega a conclusiones errado, por la misma razón, análisis equivocado.
De 8 elecciones presidenciales de segunda vuelta, esta es la tercera más concurrida.
Si tan solo investigara los números y no hablara sin fundamento podría haber escrito un mejor artículo.
El apoyo popular porcentual total a Morales es el segundo más importante 37.98% de la historia, solo superado por Vinicio Cerezo con 42.65%.
Saludos
Diego /
Excelente! Has descrito lo que andaba rondando en mi cabeza y no podía ponerlo en palabras. Para eso existen buenos bloggeros como vos.
Otto Reyes /
Exactamente: la medida de la decepción está relacionada con el tamaño de la expectativa. Y me preocupa mucho que la expectativa de algunos con respecto a qué esperar de el gobierno que se nos viene... La decepción será enorme, por no ser realistas. Hay que reconocer que la construcción de un sistema de verdadera representación, así como la construcción de un mejor país, llevará más tiempo y esfuerzo de lo que muchos piensan. Pero para el caso del sistema político, sinceramente deseo que ese tiempo sea bastante menos que 8 futuras elecciones.
*suspiro profundo*