Nacemos y nos desenvolvemos en una mundo en donde damos la vida por sentado. No pensamos en ella. Sin embargo, tenemos encuentros con la muerte desde pequeños: ¿Quién no tuvo en su infancia alguna mascota que haya muerto y que nuestros padres nos dijeron que “tuvieron que regalar” para no hacernos sufrir tanto? De alguna manera, todos también hemos perdido seres queridos en nuestro infancia y ahora sólo podemos recordarlos por los momentos vividos con ellos que nunca olvidamos.
En su libro “Las preguntas de la Vida: la muerte para empezar”, Fernando Savater se refiere a la muerte como “fatalmente necesaria, perpetuamente inminente, íntimamente intransferible, solitaria”. ¿En qué momento tomamos conciencia de que la muerte es personal e intransferible? ¿Será la muerte un tema tácito, en donde no habrá una necesidad de pensarse como un ser humano que debe morir? O ¿será un tipo de conciencia que debemos desarrollar en el transcurso de nuestra madurez existencial y espiritual en donde afirmar esta realidad no resulte tan trágico?
Querer escribir sobre la muerte no es algo novedoso. Aunque todos nos hemos encontrado en esos momentos de crisis, en donde experimentamos una situación en la que perdemos a un ser querido o un amigo, de alguna manera comenzamos a pensar y tomar conciencia de la muerte como tal.
No obstante, en un país como Guatemala, en donde las noticias nos muestran la cantidad de muertes violentas que hay cada día, parecería como si hubiéramos perdido la noción de la gravedad de lo que esto implica. Ya no pensamos en ello. Y no porque seamos insensibles, sino porque, tristemente, a nuestros ojos ya es algo común.
Hablando con un par de amigos la semana pasada sobre eso, uno de ellos comentó: “Un muerto más en Guatemala o un muerto menos. ¿Qué importa?”¿A ése punto de insensibilidad habremos llegado todos? Espero que no. De igual manera, sea la causa una muerte trágica, violenta o porque la persona ya estaba muy enferma, nos duele y nunca estamos preparados para ello.
Tengo 20 años y, como todos, también he tenido pérdidas en mi familia. Soloque yo no tenía claro lo que significaba, hasta ahora. “Es como si te quitaran un pedazo de tu alma”, me dijo mi mamá.
Una pasa horas y días luego de haber visto la muerte tan de cerca pensando en todo y a la vez en nada, en donde nuestros mismos pensamientos nos hacen reflexionar como nunca lo habíamos hecho. Sin embargo, logramos tomar conciencia de lo importante que es vivir y de no dar la vida por sentado, logramos madurar y apreciamos las situaciones y las personas que nos importan. Por más miedo que nos cause pensar en la muerte propia, porque no es lo mismo saber que va a sucederle a alguien más que saber que le va a pasar a uno mismo :
Murieron otros, pero ello aconteció en el pasado,
que es la estación (nadie lo ignora) más propicia
a la muerte.
¿Es posible que yo, súbdito de Yaqub Almansur,
muera como tuvieron que morir las rosas y
Aristóteles?
(Cuartera de J.L Borges, en “Obra poética completa”)
Las opiniones son diversas porque cada quien le trata de dar sentido de una forma diferente para reconfortarse: ya sea por medio de la religión que lo plantea como el descanso eterno, por la reencarnación, por la espiritualidad o quienes creen que después de morir ya no hay nada. Un tipo de confort es brindado por Savater: “si la muerte es no ser, ya la hemos vencido una vez: el día que nacimos.”
Pensemos, entonces, que la muerte no es más que el término de una vida pero también parte del proceso natural de nuestra existencia. Tomémosla como una oportunidad para vivir mejor, para apreciar y demostrar nuestro afecto.Comprender que los seres queridos que perdemos nunca se van, aunque no los podamos ver siempre los llevamos con nosotros, independientemente de nuestra mentalidad respecto a la muerte.
Y que por más que la muerte propia sea intranferible y nadie pueda morir por nosotros, el tiempo vivido también es nuestro y nadie más que nosotros mismos le damos nuestro propio sentido.
No te quedes en mi tumba a llorar
No te quedes en mi tumba a llorar,
Yo no estoy ahí, yo no duermo.
Yo soy un millar de vientos que soplan,
Yo soy los reflejos de diamante en la nieve,
Yo soy el sol sobre el grano maduro,
Yo soy la suave lluvia de otoño.
Cuando despiertes en el silencio de la mañana
Yo soy la rápida elevación
De pájaros silenciosos en vuelo circular.
Yo soy la suave luz de las estrellas por la noche.
No te quedes en mi tumba a llorar.
No estoy allí, no me morí.
Mary Elizabeth Fryelo (1905-2004) lo escribió en 1932.
Miguel /
La muerte nos lleva a preguntarnos: ¿Para qué estamos aquí? ¿Somos un mero accidente? ¿Qué sentido tiene nuestra vida? Lo interesante es que esas preguntas si tienen respuesta definida.