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¿Por qué permitir que los prejuicios nos censuren?

Nunca pensé que comunicarse fuera tan complicado, ni que decir lo que se pensaba y lo que se quería fuera más allá de miradas de desaprobación.

Cotidianidad Opinión P369
Esta es una opinión

Somos responsables de lo que comunicamos y lo único que podemos controlar es lo que pensamos, lo que sentimos y lo que decimos.

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Existen tres tipos de comunicación: la verbal, en donde tenemos la capacidad de ser asertivos y podemos decirle a otra persona qué nos gusta, qué nos disgusta, qué pensamos, qué sentimos. La no verbal nos permite comunicar aquello que no pretendemos transmitir o rechazo hacia alguien más. Por medio de nuestro lenguaje corporal podemos coquetear, mostrar disgusto, desaprobación, rechazo, inseguridad, comodidad y una infinidad de actitudes. Ignorar, incluso, es otra forma de comunicar.

La dinámica entre relaciones se ha vuelto tediosa y hablamos con rodeos porque a veces no expresamos lo que verdaderamente queremos. Nos abstenemos de decir “no” por miedo a que nos juzguen por ser “muy directos”. En otras ocasiones, nos vemos envueltos en las efectos negativos de la aplicación de WhatsApp o Facebook que causan malentendidos y nos hacen evitar entablar conversaciones frente a frente.

¿En qué medida nuestro deseo de comunicar lo que queremos puede ser afectado por nuestro entorno? ¿Qué repercusiones tiene en nuestro día a día?

Discutamos a partir de este ejemplo: un hombre universitario rompe en lágrimas luego de haber tenido una mala calificación en un examen. La mitad de personas que vio ocurrir esta escena puede pensar que es débil y homosexual, los otros considerarlo como un acto de valentía pues es de los pocos que muestra sus emociones abierta y libremente.

La primera respuesta común en Guatemala es la conclusión inmediata a la que se llega al presenciar esa escena: ”ese hombre es homosexual y débil”. Me pregunto si serán los prejuicios los que se manifiestan o si así somos en realidad.

En nuestra sociedad, no resulta novedoso decir que somos un grupo conservador, que vive reprimido, lleno de prejuicios y estereotipos. Uno y otro son ideas arraigadas que nos hacen juzgar sin conocer, suponer sin antes preguntar y llegar a conclusiones subjetivas.

Beatriz Montes Berges, en la “Historia del estudio de discriminación, prejuicios y estereotipos, y el sexismo como nueva forma de prejuicio”, define el prejuicio “como una actitud negativa hacia un grupo social o hacia una persona percibida como miembro de ese grupo (y) se compone de tres elementos: cognitivo (creencias), afectivo (emociones) y comportamental (conducta)”.

Un problema, incluso mayor, surge cuando nos damos cuenta que estos prejuicios son parte de nuestros pensamientos (componente cognitivo) y que la mayor parte del tiempo han sido una de las causas de tantos malentendidos. Este aumenta cuando de una conducta nace otra. De los prejuicios surgen los estereotipos y sus generalizaciones: los hombres son fuertes y no lloran, los hombres que lloran son homosexuales y por lo tanto débiles. Entre los estereotipos encontramos también la discriminación, el racismo y el sexismo.

Los estereotipos, agrega la psicóloga española, “han sido conceptualizados como representantes del componente cognitivo del prejuicio, siendo de esta manera una característica asociada a una categoría cognitiva que es usada por los perceptores para procesar información sobre el grupo o miembros del grupo¨.

Ciertamente, somos responsables de lo que comunicamos y lo único que podemos controlar es lo que pensamos, lo que sentimos y lo que decimos. Sin embargo, podemos mejorar esta dinámica al considerar una nueva manera de relacionarnos y de comunicarnos sin prejuicios y sin tantos rodeos.

Una técnica muy eficaz que sigo es la siguiente: si veo a una persona y emito un prejuicio solamente con verla (cognición), lo identifico en mí e intento desecharlo. Algo así como “reiniciar” el procesamiento de información, de forma que nuestro comportamiento no se vea afectado por generalizaciones ni que provoque en nosotros emociones innecesarias.

Busquemos la capacidad de ser asertivos, de expresar nuestros puntos de vista y lo que queremos, de poder decir “no” sin sentirnos culpables, de ser transparentes y no ser parte de los imaginarios sociales que traemos arraigados que solo nos distancian.

Valeria Rohrmoser
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Estudiante trilingüe de psicología de medio tiempo, a veces maestra de inglés y escritora de tiempo completo. Me gusta cuestionar, proponer, rebuscar y analizar todo lo que se pueda modificar. Sí sueño y sé que existe un lugar en el tiempo en el que Guatemala va a ser mejor. Escribo porque es mi manera más cercana de ser libre; de pensamiento, y de corazón.


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