Estos son ejemplos de niñas empezando la pubertad, empezando a sentir un interés nuevo y particular hacia el sexo opuesto –o hacia el mismo sexo. Ese interés que no sabemos definir con exactitud. Lo único que sabemos es que nos gusta sentirlo. Sin embargo, esa sensación no es exclusiva de la pubertad, pues ahora –algunos años después– los temas de las conversaciones cotidianas siguen siendo los mismos: con quién estuviste, con quién estás saliendo ahora, con quién está saliendo fulanito o fulanita, si son novios o sólo amigos con derecho, por qué sigue sin novio –o novia–, por qué no se ha casado... ¡Los intentos de categorizar todo son eternos!
Y a lo que me refiero con que no me recuerdo en qué momento comenzó “todo”, es que nadie sabe en qué momento empieza a creer que sentir interés y atracción por alguien es sinónimo de “poder ser alguien” y, por ende, sentirnos bien.
Tal vez desde que el Universo decidió que naceríamos en la sociedad guatemalteca –esa sociedad que desde siempre cree que tiene el poder de decidir quiénes debemos llegar a ser. Desde pequeñas, las consignas eran estas: “Quiero ser su novia”, “Quiero que él me quiera como yo lo quiero”. Y si ninguna de estas se cumplía, surgían las deducciones: “No soy lo suficientemente bonita”, y la peor: “No soy suficiente, no soy lo que nadie busca”.
El panorama no mejora: a los 18 años, todas –sin excepción– debieron haber tenido por lo menos un novio. En la Universidad vas a tener por lo menos tres novios más. El último va a ser con quien te vas a casar. Formarán una familia y estarán juntos hasta que la muerte los separe. Ni las infidelidades, ni la violencia que pueda surgir, ni enamorarse de alguien más: ante la sociedad y la Iglesia sólo la muerte separa a dos personas, el resto de aspectos que mencioné antes no son válidos para dejar a una pareja.
Y si decidís separarte de alguien por eso, la sociedad se encarga de marginarte como quien no siguió los convencionalismos impuestos y, por ende, no merece ser tratado como igual: la divorciada cuyas amigas casadas dejaron de invitar a reuniones de parejas porque puede empezar a coquetearle a un hombre casado, las solteras que si están sentadas solas en la barra de un bar es porque están viendo “a quién se levantan”, la “solterona” que tiene esa amiga rara con la que siempre está, la que nunca tuvo hijos y por eso es tan amargada.
Lo que se asume ante tales suposiciones retrógradas y machistas es sólo reflejo de muchas malas concepciones que con el tiempo se han ido alimentando con tantos prejuicios, que hoy en día se ven como un todo. Un todo unido de manera tan intrínseca, que no concibe otras formas de actuar.
La idea que el amor sólo se puede encontrar con alguien más, que tiene que ser algo tan fuerte para soportarlo todo, y que si no soporta debes de sentirte mal porque no fuiste suficiente para el otro.
Otras maneras de amar tienen que existir. Creo que es posible fomentar el amor propio para que cuando una niña se sienta triste e insuficiente –porque el niño que le gusta le dijo que no quiere estar con ella porque es “muy gordita”– su reacción sea: “No necesito estar con alguien para ser suficiente”, en vez del típico “Tengo que adelgazar”.
Que cuando estemos saliendo de la adolescencia sepamos que encontrar a alguien que nos acompañe es un plus, y no una necesidad que determina nuestra paz.
El reto es no crecer con la idea que debo encontrar alguien para sentirme bien. Puedo encontrar a alguien que me gusta mucho y disfrutar el tiempo con esa persona, pero también entiendo que esa relación puede ser sólo temporal. Quizá algún día aprendamos a seguir nuestro camino acompañados de nosotros mismos y a sentirnos plenos en esa unidad.
Kundera tenía razón al aceptar lo desconocido y creer que lo que se da sin mucho esfuerzo es la mejor manifestación de lo auténtico y atemporal que puede resultar el amor: “No es la necesidad, si no la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento”.
Hector Geovani Gatica /
Estoy acostumbrado a callar mi pensar por las críticas religiosas a las que da lugar, pero viendo lo que es esta comunidad, seré breve.
Las moral religiosa sirve para darle un poder imaginario al hombre con los genes menos adecuados para su trascendencia. Por eso, en el camino de la vida, manipulada ahora, que les parece mas natural, se topan con el rechazo frecuentemente porque no hay suficientes hombres buenos para tantas mujeres buenas. Consulten cómo se organizan las especies en su ambiente natural y se darán cuenta que el desbalance es lógico.
daniel /
Me encantó,
Regina Fernandez /
Valeria no conocía esta faceta tuya, te felicito muy buen artículo!
Estuardo Aguirre /
Excelente, perfecto para mi sobrinita y para aquellas personas que vienen en el camino !!
Paola /
Buenisimo, excelente Valeria! ?
Byron /
Me parece que amo tu forma de pensar.