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La historia del niño desaparecido por el ejército está a un paso de alcanzar la justicia, 36 años después 

La mamá y las hermanas de Marco Antonio Molina Theissen llevan 36 años persiguiendo a los responsables. Este lunes podrían ser condenados cinco militares poderosísimos.

De dónde venimos P147

Las Molina Theissen, en una pausa de las audiencias del juicio por la desaparición de Marco Antonio.

Fotos: Carlos Sebastián

– Prestale el dinero, mama.

Una mujer que vendía tierra para rellenar hoyos en el jardín le pidió prestados Q5 a Emma Theissen, la mamá de Marco Antonio. Él estaba a su lado y la convenció.

Marco Antonio era un niño gentil y sensible. Le gustaba dibujar y llenaba cuadernos. Cuando salía de vacaciones del colegio, hacía casitas de cartón para adornar los nacimientos en el árbol de navidad y se las vendía a sus vecinos a cincuenta centavos.

Nació un miércoles 30 de noviembre de 1966 y creció en la colonia La Florida, en la zona 19 de la Ciudad de Guatemala. Era el hijo más pequeño y tenía tres hermanas, Emma Guadalupe, Ana Lucrecia y Eugenia. Para ellas se llamaba Marcuchi, Tonito o Tornillo. Y como ocurre con muchos hijos varones, derretía a su mamá cada vez que podía. Ella recuerda todavía que le dijo una vez que cuando fuera grande iba a ser ingeniero y le iba a construir una casa.

 

Los Molina Theissen, en una foto familiar publicada en la BBC.

Tenía todo para llegar a la universidad. A los 14 años iba en tercero básico en el Colegio Guatemalteco Israelí, en la jornada vespertina, donde su madre era maestra.

Pero escogió nacer en Guatemala, y hace 36 años este era uno de los países más inhóspitos del planeta. Desigualdad, pobreza, violencia, injusticia, dictadura. Una combinación letal para una familia de clase media con ganas de cambiar el país.

Su padre, Carlos Molina, era ‘un rebelde, joven durante la Revolución de Octubre de 1944 y frustrado con la ruptura de primavera democrática en 1954’, escribió su hija Ana Lucrecia en su blog. Su madre Emma Theissen fue maestra en escuelas públicas y vio de cerca la exclusión. Dos de las tres hermanas de Marco eran líderes estudiantiles involucradas en las luchas sociales.

 

Pero un un mes antes de cumplir quince años, el martes 6 de julio de 1981, Marco Antonio fue sacado de su casa por militares, uno de ellos lo amarró de pies y manos, le puso una cinta en la boca, lo metió en un costal y lo arrojó a la palangana de un picop de la G-2, la oficina de la inteligencia militar guatemalteca. Todo ante la mirada de su madre, Emma Theissen, que corrió todo lo que pudo tras el vehículo y nunca paró, corrió a buscarlo a los destacamentos, a la policía, tras los jefes militares. Sigue detrás de ellos en el nivel 13 de la Torre de Tribunales, en la sede del Tribunal de Mayor Riesgo C, donde desde hace tres meses cinco militares retirados son juzgados por la desaparición de su hijo y la tortura de su hija. Este lunes 21 de mayo de 2018 se dictará sentencia, 36 años después.

Los jóvenes que soñaban con utopías

En la Guatemala de los años setenta, una dictadura militar en alianza con buena parte de la élite económica mantenía un país lleno de injusticias. Temerosos de que la Revolución triunfara como en Nicaragua en 1979, se ensañaron contra la población civil que simpatizaba con las ideas de cambio social, aunque la gran mayoría luchara sin armas por el fin de la dictadura.

Lucrecia Molina Theissen era líder estudiantil.

– Mi generación tomó la estafeta del cambio que venía desde la Revolución del 44, conscientes de la injusticia social. En los setentas luchamos de muy diversas formas y nos vinculamos a organizaciones de distinto tipo, desde cooperativas en las comunidades indígenas y sectores urbanos empobrecidos, hasta partidos políticos, pasando por asociaciones estudiantiles y de religiosos, sindicatos industriales y campesinos y las organizaciones político-militares.

Emma Guadalupe tenía 21 años y recuerda que era parte de una generación soñadora. Su activismo inició en el Instituto para señoritas Belén, donde a los 14 años fue presidenta de la Asociación de Estudiantes. Emma era una joven adulta que creció con la energía de los movimientos populares, artísticos y culturales que entre 1973 y 1978 despertaron la esperanza de un cambio en el país.

El panorama se oscureció en 1978 con la masacre de Panzós y luego con el asesinato de Oliverio Castañeda de León, el secretario general de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) de la Universidad de San Carlos. Ese año llegaron al poder los generales Romeo Lucas y Benedicto Lucas, quien fue jefe del Estado Mayor de la Defensa. La persecución militar se agudizó y los jóvenes fueron un blanco en la represión del Estado. Para derrotar a 15 mil guerrilleros se ensañaron con la población civil. Solo entre junio de 1981 y marzo de 1982 hubo 18 masacres mensuales. Y estaban en su apogeo las desapariciones forzadas en Guatemala, que llegaron a 45,000, más que las de Argentina, Chile y Uruguay juntas.

En 1981, Emma Molina Theissen era parte del Comité Regional de Occidente del Partido Guatemalteco de Trabajo (PGT), el partido comunista, aliado de las guerrillas de izquierdas.

– Había una utopía muy grande, un sueño socialista en el mundo, un sueño de sociedades con menos desigualdad.

Soñar con una Guatemala menos injusta era peligroso en una sociedad dominada por militares. Todos los días en los periódicos aumentaban las noticias de personas desaparecidas, de asesinatos políticos. El miedo y la desesperanza crecían al mismo tiempo que la inteligencia militar ampliaba la lista de personas consideradas enemigas del Estado. La consecuencia de ser metido en ese saco era la muerte o la desaparición.

El 22 de septiembre de 1981, Emma Guadalupe iba en bus hacia Quetzaltenango, a reunirse con su Comité del PGT. Parte de la política del Estado era realizar retenes militares en busca de sospechosos. Ese día, soldados pararon el autobús, Emma trató de esconder unos papeles entre sus cosas, pero al registrarla encontraron entre su ropa dos periódicos de la Juventud Patriótica de Trabajo.

Como castigo la llevaron a la Zona Militar General Manuel Lisandro Barillas en Quetzaltenango, donde durante nueve días la sometieron a torturas, violaciones e interrogatorios, y la privaron de comida y agua. La captura de guerrilleros o simpatizantes era normal en un país en guerra; la tortura y la violación son crímenes de lesa humanidad para cualquier país en guerra o en paz.

El ejército tenía un interés siniestro en Emma. Uno de los expertos que ha reconstruido la historia en el juicio que llegará hoy a su fin, el perito de apellido Bravo, declaró en el juicio que en ese tiempo había intenciones de que la Juventud Patriótica de Trabajo se convirtiera en el brazo armado de Partido Guatemalteco de Trabajo, y la inteligencia militar torturaba a Emma para forzarla a apoyar a los militares y se infiltrara en el PGT.

En el Manual de Guerra Contrasubersiva del Ejército está escrito que su objetivo era aniquilar al PGT, eliminar a todos sus miembros "hasta que no exista uno de ellos".

Nueve días después de ser exprimida con violencia, Emma logró escapar. Tras pasar los días sin comer ni tomar agua, logró zafarse de los grilletes, buscar sus zapatos, escapar por una de las ventanas del cuarto en el que estaba recluida y salir del destacamento militar. Algunos soldados la vieron, y Emma cree que la dejaron salir porque pensaron que era una prostituta.

Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, según el Ministerio Público, fue el oficial que la retuvo.

– Fue un gran error que al oficial Zaldaña se le fugara Emma porque estaba bajo su control. Esa persona debió haber sido castigada, según las normas del ejército, pero en su expediente nunca aparece una sanción, más bien aparecen felicitaciones por la ardua labor que realzó en la brigada militar Lisandro Barillas, en Huehuetenango, dijo el fiscal Erick de León durante las conclusiones del juicio.

El oficial Zaldaña tenía que notificar la fuga. Al hacerlo, les propuso a sus superiores dos cosas: recapturar a Emma y montar una Operación Especial de Inteligencia para ir, él mismo, tras la familia Molina Theissen.

El corazón más oscuro del ejército

El oficial Zaldaña, el que "cometió el error" de dejarla fugarse, tenía que actuar pronto porque estaba en peligro su carrera militar. Durante el juicio, el Ministerio Público lo acusó de utilizar la información que obtuvo con la Dirección de Inteligencia Militar para ubicar a la familia Molina Theissen y viajar desde Quetzaltenango a la colonia La Florida, para encargarse él mismo de la venganza.

Al no encontrar a Emma Molina Theissen, se ensañaron contra su hermano menor.

La familia Molina Theissen buscó a Marco Antonio por todos lados, en un momento en que todas las autoridades estatales conformaban una máquina de desaparecer ciudadanos.

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– Mis padres recorrieron por el país cegados por el dolor para entrevistarse con comandantes de cuarteles, agentes de la G2 y cuantos militares lograron contactar o personas cercanas a ellos. Hablaron con obispos, periodistas, el general Germán Chupina, embajadores, un sin número de personas, recuerda su hermana Lucrecia.

Los padres, en su búsqueda, incluso se reunirían hace 36 años con el general Benedicto Lucas García. La cita se canceló por el golpe de Estado del 23 de marzo de 1982 que llevó a Efraín Ríos Montt al poder. Lograron hablar con la esposa de Ríos Montt para pedirle que les dijera a dónde se habían llevado a Marco Antonio, pero nada dio resultado.

Lea: Ríos Montt fue, sobre todo, un mentiroso (Obituario), por Martín Rodríguez

Que ni siquiera después de la guerra los militares den información sobre el paradero de los desaparecidos es una característica del ejército guatemalteco. La cineasta Ana Bustamante intentó obtenerla por parte de su tío, el general Ricardo Bustamante, pero tampoco lo logró. Bustamante es hasta ahora el militar retirado más influyente en la inteligencia estatal y es uno de los mentores del presidente Jimmy Morales.

Lea: Hoy hace 35 años desaparecieron a mi papá, por Ana Bustamante

Fue en 1991 cuando la familia asumió que Marco Antonio no regresaría a casa.

– Esa desesperanza mató a nuestro padre (Carlos Molina) el 22 de septiembre de 1994. Todo lo que se relaciona con la desaparición forzada de Marco Antonio es sumamente doloroso. No hay un solo día en que no lo recordemos con rabia y lágrimas en los ojos. Estamos conscientes que esto no es una película o un cuento de hadas con un final feliz, lo sucedido jamás será borrado, pero hoy se abre la posibilidad de las atrocidades vividas por mi hermana y mi hermano no queden impunes.

¿Dónde están sus restos para sepultarlos dignamente? La familia continuará su búsqueda y Emma Theissen cuenta que su sueño más grande es impulsar que el Estado cree una instancia que se dedique a buscar a los más de 40 mil desaparecidos durante el conflicto armado interno, de los que se estima que 5 mil son niños, como Marco Antonio.

El 30 de noviembre del año pasado, su hermana Lucrecia publicó una carta para desearle feliz cumpleaños. Aquí, algunos de sus párrafos:

“Querido Marco Antonio, amor de mi vida, amargo y duro, ausencia que corroe mis entrañas y, sin embargo, amor: Se acerca el 30 de noviembre, una fecha agridulce en la que durante un tiempo demasiado corto festejamos su cumpleaños. Este serían 49, ¿verdad?, de una existencia muy plena y feliz si le hubieran dejado vivirla. Quisiera echar el alma al vuelo porque tuve un hermano como usted, como todos los hermanos y hermanas, a quienes se les quiere porque son los nuestros. Pero, ¿a quién se recuerda en el cumpleaños de un desaparecido o desaparecida? ¿Para quién es mi abrazo? ¿A quién sigo queriendo tras los 34 años transcurridos desde que nos fuera arrebatado por el odio? ¿Celebro por trigésima quinta vez sus 14 años o los 49 del hombre que no le dejaron ser? ¿Celebro su vida o lloro una vez más por su ausencia?”

“Si hubiera sabido que iban a ser tan pocos, hubiera atesorado los recuerdos de cada 30 de noviembre y los de cada día que lo tuvimos con nosotros. Guardaría cada palabra dicha por usted, desde la primera hasta la última, antes de que los cobardes que se lo llevaron le sellaran la boca y lo engrilletaran al sofá. Cada gesto, cada lágrima y cada momento de alegría estarían junto con sus dientes de leche, sus dibujos, cuadernos y juguetes. Cada cosa que pasó por sus manos sería parte de esa preciosa carga. No fue así. Esos silencios largos con los que me responde la memoria cuando la interrogo acerca de su vida me obligan a sondear bajo capas y capas de amargura y desesperanza para extraer alguna huella de su paso por mí, algún momento para endulzar este día que, como todo lo suyo, está envuelto en tristeza.”

“El año pasado, por primera vez en todo este tiempo, nos reunimos para su cumpleaños. Fue imposible dejar afuera la tristeza, pero logramos vernos a los ojos, decir su nombre en voz alta, cantarle el ‘feliz cumpleaños’ y abrazarnos sin caernos a pedazos. Este año también celebraremos su vida y nos entristecerá su no vida y, como cada día, reivindicaremos su derecho –y el nuestro– a la verdad y la justicia, que le pertenecen por entero y que siguen desaparecidas junto con sus restos.”

El juicio

Durante el juicio, Emma Theissen reconoció y señaló directamente al oficial Zaldaña como uno de los tres militares que entró a su casa el 6 de octubre de 1981 para buscar a su hija y llevarse a Marco Antonio para siempre.

– Ahora tiene menos cabello, pero es él.

36 años después, junto a sus otras tres hijas, Emma vio en el banquillo de los acusados a los militares que buscó por décadas para preguntarles por el paradero de su hijo.

En el nivel 13 de la Torre de Tribunales, Benedicto Lucas García, el exjefe del Estado Mayor; y Manuel Antonio Callejas, exjefe de Inteligencia Militar y uno de los militares retirados más influyentes en el país; Francisco Luis Gordillo, excomandante militar de Quetzaltenango; Edeliberto Letona Linares, exsubcomandante; y Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, exoficial de inteligencia militar, son los acusados de la desaparición forzada de Marco Antonio, de 14 años, y del secuestro, violación y tortura de su hermana, Emma, de 21 años.

 

Los cinco militares acusados, en la carceleta de tribunales antes de subir a una audiencia.

El caso empezó durante la administración del Ministerio Público de Claudia Paz y Paz (2011-2014) y fue continuado por la de Thelma Aldana (2014-2018). Los militares, cercanos a la Asociación de Veteranos Militares que fundaron el partido FCN, fueron capturados una semana antes de que Jimmy Morales llegara a la Presidencia, en enero de 2016.

Los cinco fueron juzgados en un proceso penal que duró casi tres meses, con todas las garantías legales, con abogados, con observadores de derechos humanos, con sus familiares en la sala de audiencia.

El Ministerio Público pidió que fueran condenados a 112 años de cárcel.

 

El juez Pablo Xitumul preside el tribunal.

La defensa de los militares

En su defensa, los abogados de los militares han llamado paranoicas a las Molina Theissen, han insinuado que solo buscan resarcimiento, que Marco Antonio podría estar vivo, que cumplieron con su deber en el ejército y que lo volverían a hacer.

Examinan a Emma Molina, su estatura, sus muñecas, sus palabras y dicen que no es creíble su historia. Dicen que si su historia fuera cierta debería estar muerta, o si sobrevivió, debería tener insuficiencia renal crónica por no haber comido y bebido agua durante los nueve días que estuvo cautiva en un destacamento militar.

–¿Por qué no pidió asilo? ¿Por qué se fue del país como una migrante? ¿Por qué no le aplicaron tal interrogatorio? Hubiera dejado los zapatos allí, hubiera salido gritando y pataleando, no caminado. ¿Qué mujer en esa época iba a ir con periódicos o documentos de la guerrilla o la PGT? Así como dice el MP que era el ejército, allí mismo la hubieran matado. Un niño no cabe en un costal, con todo respeto.

Las anteriores son frases de los abogados defensores durante las conclusiones del juicio. Sus clientes, cinco militares retirados, hombres de la tercera edad, los escuchan desde una carceleta adentro del juzgado. Benedicto García escucha por videoconferencia desde el hospital donde está internado.

 

Las Molina Theissen observan al general Callejas cuando regresa a la carceleta después de declarar.

Muchas de las respuestas a las preguntas de los abogados las escribió Lucrecia Molina en su blog:

– Perseguidas, debimos escondernos por un tiempo en la casa de una pareja, perseguida también, de sindicalistas de los años cincuenta. Ambos fueron desaparecidos unos años más tarde. Echada de la casa, nuestra familia debió recurrir al apoyo, cada vez más escaso, de familiares y amistades. No pocas veces, aún bajo la lluvia, mi madre y mi padre recibieron un portazo en la cara acompañado de una andanada de reclamos y debieron dormir en cualquier parte. No culpo a quienes hicieron eso. El terror se extendía como el fuego en un seco pastizal. Nosotros, tocados por un hecho brutal como la desaparición forzada de nuestro niño, éramos portadores de una marca invisible que nos separaba de la gente ‘normal’ a la que nuestra sola presencia invocaba la muerte y la desaparición forzada. El temor al ‘contagio’ del virus de la persecución nos hacía indignos hasta de la compasión de nuestros semejantes insensibilizados por el miedo; una experiencia vivida en silencio, aislamiento, soledad y rechazo, al igual que decenas de miles de familias.

Este lunes, en la etapa final del juicio, el Tribunal le dará la última palabra a Emma mamá, su hija Emma Guadalupe, y a los cinco acusados.

Cuando el ejército empezó a llevarse a su hijo, Emma Theissen rogó a los militares que se la llevaran a ella y no a su niño. Cuando arrancaron el vehículo, Emma corrió y corrió tras ellos. Treinta y seis años después los alcanzó en un Tribunal.

 

Emma Theissen.

Lucrecia, hermana de Marco Antonio, espera el veredicto.

– Quizás al final sí hay un día después de la justicia en el que sea posible sentir la esperanza, la satisfacción y tal vez, aunque sea por un segundo, la felicidad por haberlo logrado.

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Roberto Peralta /

    22/05/2018 10:20 PM

    ¿Que opinan ustedes sobre esta noticia, de que el niño Thiessen vive en Costa Rica y que nunca desapareció y encima te enteras que a su familia ya le dieron Q. 3,000,000.00 y que ahora si ganan este caso recibirán 38 millones de quetzales más?
    Y por eso es que están metiendo a unos viejitos que esta demostrado que como mínimo 4 de ellos, nada tuvieron que ver e incluso uno demuestra que estaba fuera del país y aún así claman “JUSTICIA” para meterlos con saña y odio a la cárcel!!!!!!

    ¡Ay no!

    8

    ¡Nítido!

      Guillermo /

      23/05/2018 3:54 PM

      Queeee comentario más vacio y sin sentido!

      ¡Ay no!

      1

      ¡Nítido!

      María Castillo /

      23/05/2018 11:45 AM

      Es bueno mencionar esto pequeños datos sobre la compensación económica, pero en mi punto de vista; el dinero es lo de menos comparado con una vida.

      Imagina que haya sido un familiar tuyo el desaparecido. Hay que tener memoria histórica para darnos cuenta de los vejámenes cometidos durante el conflicto armado interno (tanto la guerrilla como los militares).

      Queremos justicia, y nadie debe estar exento de ella. Claro, los militares juzgados hoy son de la tercera edad, pero nada justifica el abuso de poder que sin el uniforme y el título no hubieran obtenido. Y sí, si uno de esos militares fuera mi familia de igual forma quisiera justicia, porque la violencia no se hereda y menos la injusticia.

      La peor falacia en la que podemos confiar es que "el fin justifica los medios" porque lo único que ocasionó todas estas acciones fue crear un Estado Fallido, que ha cooptado nuestra nación por años y sigue en el mismo proceso.

      Altereidad, eso nos falta

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Victor Hugo Orantes /

    21/05/2018 5:43 PM

    Mucho mejor el reportaje de Plaza Publica sobre este juicio.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Guillermo Castañeda /

    21/05/2018 3:50 PM

    Lamento la muerte del adolescente... pero la culpa va mas alla de los militares. En lo que se escribe se ve una participación en una guerrilla comunista, que entre otros desconoce el estado de derecho y justific
    a la muerte sin piedad del emigo. Los padres ¿Dónde estaban? Fue ignorancia o de lo que lee el atizo la militancia subversiva de sus hijos. Tal vez mamá y hermana encuentran mas cómodo culpar al enemigo de la muerte de su hijo mas que examinar la ideologia comunista de odio que sembraron en su hija y cuya víctima fue el adolescente. Padre y hermana, cosecharon lo que sembraron y aunque el juicio legal condene a los militares moralmente es mayor la condena a la falla de padre y hermana.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Guillermo /

      22/05/2018 3:44 PM

      Cierto, este comentario parece haber salido de un enajenado mental.

      ¡Ay no!

      1

      ¡Nítido!

      Michelle /

      21/05/2018 8:42 PM

      Que idiota comentario.

      ¡Ay no!

      1

      ¡Nítido!

    lourdes /

    21/05/2018 2:10 PM

    Desde que conocí de este caso y leí la sentencia de la corte interamericana de derechos humanos, quede muy conmovida, no me puedo imaginar el dolor y sufrimiento de la familia al no tener a un ser querido, ni saber que fue de él, dónde esta, que le paso, no quiero ni pensarlo si sucedería con alguien a quien yo quiero. Admiro la fuerza, la dignidad y el valor que han tomado esta familia para enfrentar el dolor y perdonarse, para buscar la verdad y justicia, para enfrentarse cara a cara con militares de alto rango y poder. Espero que los jueces tengan el mismo valor y estos hechos nunca mas vuelvan a ocurrir en Guatemala y que la memoria de Marco Antonio sea un recuerdo de la Guatemala a la que no vamos a regresar y nos impulse a un mejor futuro para todos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Ronny Cifuentes /

    21/05/2018 11:07 AM

    Que malditos chafas, no logro encontrar las palabras para describir los horrores que estos desgraciados causaron a la población guatemalteca, por eso siempre he opinado que debería desaparecer el ejercito, cerrar el holl y la politécnica, tal como lo hizo Costa Rica y ahora es un país avanzado.

    ¡Ay no!

    2

    ¡Nítido!

    Rolando Gomez /

    21/05/2018 10:49 AM

    " Fiat justitia et ruat caelum - Que se haga justicia, aunque se caigan los cielos"
    Espero una sentencia condenatoria, pero esperaría también que el tribunal ordene a los acusados a revelar en que fosa clandestina tiraron los restos de Marco Antonio. Esperaría Que el tribunal, a cambio de algún beneficio, ordene a los acusados a develar los nombres de las personas del "escuadrón de la muerte" que físicamente actuaron en el secuestro, tortura, asesinato y desaparición de Marco Antonio. Se debe sentar un precedente ejemplar para que los "poderosos de turno" entiendan que el poder es efímero y, que con el poder, también llegan grandes responsabilidades.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Jorge /

    21/05/2018 2:09 AM

    Que hay de un finiquito que estás señoras ya cobraron hace años? Ha investigado algo al respecto? Y que tal que el juez es hijo de un guerrillero muerto.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Rodrigo polo /

      21/05/2018 11:11 AM

      Y que tal si a un tu hijo por tener pensamientos democráticos y desear un mejor país, se lo hubieran llevado los chafas, violado, torturado y desaparecido, ¿Cómo estarías hoy?, o será que sos cuque...

      ¡Ay no!

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      ¡Nítido!



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