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A mí también me gritaron negra

Las categorías de ese feminismo blanco y hegemónico se volvieron insuficientes. No solo para mí y otras mujeres racializadas, sino para mujeres inmigrantes, con discapacidad, lesbianas, transgénero, indígenas, entre otras. Nosotras, las mujeres que habitamos las fronteras de la raza, la clase y la identidad sexual, nunca estuvimos presentes del todo.

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Foto: Afroféminas

“Vea que belleza esos cachumbos”, dice mi abuela mientras peina mi cabeza de 8 años. Mi tía, que nos observaba al otro lado de la cocina, le responde “menos mal la negrita tiene el crespo suelto, porque si no quién la peina”. Mi abuela la corrige: “ella no es negra, es morena”.

Esa misma escena se repitió con frecuencia. A los 17 años dejé de contarlas porque me incomodaba recordar las veces que tuve que pedirle a alguien que no me tocara el pelo, la incomodidad ante el asombro con que llamaban “hermoso” mi color de piel, e ignorar la indignación que genera la pregunta “¿cómo es que está sola una negrita tan linda como usted?”. Durante muchos años encontré personas que, así como mi abuela, buscaban excusarme por habitar una corporalidad particular, refiriéndose a la claridad de mi piel, a mis curvas, a mis labios o a mis crespos porque después de todo, no estaban tan mal.

Por mucho tiempo no lo entendí.  Yo, una mujer negra, de madre blanca había vivido sin comprender muy bien la política que mi propio cuerpo y de mi identidad. Fue encontrarme con el feminismo, con un cúmulo de narraciones y de postulados teóricos lo que me mostró que mi historia no estaba siendo contada por ese grupo de mujeres que en algún punto decidieron reivindicar sus derechos y cuestionarse en clave de poder las relaciones entre los hombres y las mujeres. Las categorías de ese feminismo blanco y hegemónico se volvieron insuficientes. No solo para mí y otras mujeres racializadas, sino para mujeres inmigrantes, con discapacidad, lesbianas, transgénero, indígenas, entre otras. Nosotras, las mujeres que habitamos las fronteras de la raza, la clase y la identidad sexual, nunca estuvimos presentes del todo.

La pregunta por un feminismo, que me incluyera y a otros millones de mujeres en el mundo, la resolvieron un grupo de propuestas teóricas que cruzaban la raza y la clase con las opresiones de género.  Los feminismos negros o interseccionales permiten la construcción de nuevas categorías de análisis en las que quepamos todas, con nuestras particularidades, cuestionan el racismo estructural sobre el cual se construyó el feminismo hegemónico y que se popularizó bajo la PELIGROSA premisa de que todas las mujeres somos iguales, cuando todas nuestras historias son diferentes, nuestros cuerpos, nuestras identidades y nuestro lugar en lo público históricamente se ha ocupado de manera diversa.

El discurso de la falsa igualdad causa la invisibilización de las mujeres negras y de muchas otras, y es ahí donde es importante hablar de interseccionalidad, como esa herramienta que nos permite mirar las –intersecciones- de las identidades de las personas, permitiéndonos analizar cómo las mujeres con diferentes características experimentan la opresión, identificando las acciones teóricas y políticas que harán posible reconocer, visibilizar las necesidades de otras mujeres, pero sobre todo cuestionarnos el privilegio de cada mujer y en ese orden de ideas determinar maneras de actuar.

Los feminismos negros permiten que las nos reconozcamos diversas dentro de los feminismos modernos y nos sintamos representadas dentro del concepto “mujer” y este reconocimiento debe traducirse en una voz que nos permita cuestionar el machismo y el racismo de manera legítima, sin necesidad de tener voceras y sin que nuestra experiencia como mujeres racializadas que habitamos lo público sea considerada inferior.

A mí, como a Victoria Santa Cruz, también me gritaron negra muchas veces y como ella también retrocedí a cada uno de esos momentos hasta llegar a la mesa de la cocina en la que mi abuela me peinaba y se disculpaba por mi color de piel y por mis crespos, y dije ¿Y QUÉ?, porque los feminismos negros y la interseccionalidad me permitieron encontrarme con la posibilidad de existir, contar mi historia y hacer parte del tejido de la historia de otras mujeres como yo, contemplando con ellas la posibilidad de confluir espacios de debates feministas verdaderamente incluyentes.  

Andrea Sañudo Taborda
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Andrea Sañudo Taborda es abogada exiliada, profesora, aprendiz de la radio, yogui o doméstica y vegana. Leo poesía en voz alta, escribo cartas de amor y bailo hasta dormida.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Lucía /

    27/11/2017 2:11 PM

    Me encantó el artículo. Yo también encontré en la interseccionalidad un espacio para reflexionar sobre mi ser mujer.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Cesar A. /

    21/11/2017 2:19 PM

    Que genial, encontraron otra manera de generar un 'minoría dentro de la minoría menor más pequeña y menos incluída'.
    Realmente es ridículo a lo que se llega. ¿Quiere sentirse bien? Viva feliz y deje de rasgarse las vestiduras.

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!



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