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No desperté así

Para muchas mujeres y personas femme, incluyéndome, el proceso de limpiar, hidratar y maquillar el rostro es un ritual agradable, más relacionado con la creatividad que con una imposición social. Sin embargo, este ritual no existe en el vacío y, lo queramos o no, sí se relaciona con los estándares de belleza impuestos por una sociedad patriarcal.

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Mi secuencia favorita de la serie “Marvelous Ms. Maisel” empieza con la susodicha acostándose en la cama con su esposo, con su maquillaje aún puesto. Unos minutos después, cuando él se queda dormido, ella se dirige al baño para retirar su labial y pestañas postizas, llenarse el rostro de crema y sujetarse el pelo. Antes de volver a acostarse, deja un poco abierta la cortina de su cuarto. Por la mañana, la luz que entra por esa rendija la hace abrir los ojos y la señora Maisel corre al baño para hacer el proceso a la inversa. Cuando regresa a la cama, el despertador del señor Maisel suena y ambos empiezan su día, con la ilusión de que ella “se despertó así”.

Para muchas personas, esta es una mujer ideal: alguien que se preocupa por su físico pero no habla de ello. Lo que la sociedad quiere es que nos “arreglemos” pero que no hagamos ruido, que tengamos un estilo “natural” que solo se logra con al menos media decena de productos. Que seamos como Midge Maisel y hagamos todo ese trabajo en silencio. Hablar sobre belleza, cosméticos o rutinas nos lleva al otro lado, al de mujeres banales, cabezas huecas, narcisistas.

En muchos lugares de trabajo, por ejemplo, existen largas listas de exigencias para las empleadas: maquillaje, pero solo de ciertos colores. Peinado, pero sin accesorios vistosos. Ah, y una vez vi un reglamento en el que se exigía que este trabajo se hiciera fuera de las instalaciones y en las horas libres de las mujeres porque ¡qué de mal gusto reaplicar el labial en el escritorio!

¿Qué pasa cuando de verdad mostramos nuestra cara sin una gota de productos? Han existido algunas iniciativas, como el hashtag #NoMakeup, usado tanto por mujeres “normales” como por celebridades . También se han publicado portadas de revistas con modelos sin maquillaje y sin Photoshop, pero la idea siempre es que se trata de un acto de “valentía”, en el que las mujeres se exponen a ser criticadas o a mostrarle al mundo que ¡escándalo! tienen granos o manchas de sol.

Para muchas mujeres y personas femme, incluyéndome, el proceso de limpiar, hidratar y maquillar el rostro es un ritual agradable, más relacionado con la creatividad que con una imposición social. Sin embargo, este ritual no existe en el vacío y, lo queramos o no, sí se relaciona con los estándares de belleza impuestos por una sociedad patriarcal. Este 8 de marzo, con motivo del paro, estuve pensando en cómo sería parar nuestro arreglo personal. Después de todo, el verbo arreglar significa “poner en orden una cosa” o “hacer los cambios necesarios a una cosa que está estropeada, rota o en mal estado para que deje de estarlo.” Parecía un día perfecto para dejar de hacerlo.

Después se me ocurrió otra idea: ¿qué tal si llevamos ese “arreglo” al extremo? Si lo que se espera es una labor invisible, otra opción es hipervisibilizarla: los costos de tiempo y dinero, los trucos. Nadie se despertó así, la “belleza natural” es un espejismo de cremas antiedad, correctores, habilidades para difuminar. Entonces pasé más de una hora haciendo algo raro con mis delineadores morado y dorado. Mírenme. Hice un trabajo y no me avergüenza admitirlo.

Así como el maquillaje puede servir para homogeneizarnos e invisibilizarnos, también puede ser un arma para hacernos presentes, como han descubierto ya muchos grupos a lo largo de la historia, desde drag queens hasta punks. El 8 de marzo fue para mí una invitación a mirar nuestros uso de los cosméticos desde una visión más política pero también más personal. ¿Cómo quiero yo verme?, ¿qué cosas no me “atrevo” a usar?, ¿cómo me gustaría cambiar mi imagen?

Desde que comencé a escribir y a discutir públicamente el maquillaje y los cosméticos, muchas mujeres se me han acercado a pedir consejos, casi siempre con cierta vergüenza. Sí, de no saber sobre temas “femeninos”, pero también de querer saber sobre ellos. Incluso las feministas nos creemos esa idea de que las mujeres podemos ser solo dos cosas: o cerebros, o cuerpos.

En mi caso personal, yo preferiría ser un cerebro. No tengo una relación cercana con mi cuerpo y ¿saben qué me ayuda? Dedicar tiempo a mi maquillaje y a mi ropa. Este cuerpo es mío, estas son mis decisiones sobre él. Esta es la persona que quiero ser cuando me enfrento al mundo. Nadie me podrá convencer de que este proceso es antifeminista.

María José Evia Herrero
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María José Evia Herrero estudió Comunicación en Mérida, Yucatán. Vive y trabaja en CDMX desde 2014, donde escribe sobre temas desde responsabilidad corporativa hasta literatura, moda y belleza. Es feminista y amante de los gatos.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Laura /

    02/05/2018 5:01 PM

    Al final siempre sos vos con o sin pereza, con o sin colores.
    Al final mientras seas vos la que esté feliz cuando termina el día nada más importa.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Motita Wons /

    22/03/2018 7:57 PM

    ¿GUSTAR A LOS DEMÁS O GUSTARME A MÍ?
    ¿ENCAJAR EN EL ENTORNO?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Cesar A. /

    20/03/2018 6:55 PM

    Ese hetero patriarcado realmente llega al extremo, seguro con mis palabras, ¡Le obligo a maquillarse!
    ¡Andá! Mejor siga cuidando sus gatos, antes que tampoco le hagan compañía en su vejez.

    ¡Ay no!

    5

    ¡Nítido!

    Valentina /

    20/03/2018 4:53 PM

    Yo solia decir que el maquillaje era para dejarte igual que como eras, pero a colores. Con la edad pienso que los colores no vienen mal pero ¡que pereza me da! Entonces disfrazo la.pereza con feminismo.
    Disfrute leelo gracias!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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