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Y su sueño por fin se hizo realidad. Alejandro Giammattei juró como presidente, después de cuatro intentos por gobernar Guatemala.
Lo primero que hizo al asumir en el cargo fue agradecer al pueblo por su apoyo y confianza, “esa confianza que depositaron en las urnas”.
Pero el médico de 63 años no se convirtió en presidente por ser un líder de masas, por presentar un programa de gobierno sólido o por dirigir un movimiento con capital político.
Ni siquiera puede decirse que fue el candidato en la que la mayoría depositó su confianza en las urnas.
Giammattei solo consiguió 614 mil votos, el 14% de los más de 5 millones de votos válidos en las presidenciales, lo suficiente para una segunda vuelta con Sandra Torres, de la UNE, a quien venció con 1,907,767 votos, de un padrón de 7,953,187.
Solo consiguió posicionarse como la opción preferente frente a Torres en el balotaje, después de una campaña donde se disparó la sandrofobia hasta las nubes.
Así que los grupos urbanos, conservadores y mestizos le dieron la victoria con el 58% de los votos, con tal de que su contrincante no fuese electa.
• Leé esta nota de contexto: Todo sobre Sandra: los mitos, los pobres, el narco y más, por Javier Estrada Tobar
Al presidente número 51 de Guatemala le tocará gobernar sin un amplio respaldo popular y haciendo frente a la herencia que le deja Jimmy Morales: corrupción e impunidad, violencia en las calles, desnutrición y desigualdad.
Y Giammattei parece tenerlo claro:
—Es momento de recuperar la Guatemala de lo absurdo—, dijo en su discurso de toma de posesión, después de varios días de desencuentros y críticas hacia Jimmy Morales.
Pero como si los problemas del país no fuesen suficiente, el presidente también tendrá que lidiar con serios problemas internos dentro del equipo que lo acompañará en el Gobierno y en el Congreso.
Un divorcio político (de 8 kilómetros)
Durante la campaña electoral, Giammattei intentó ocultar una de las mayores debilidades de Vamos, su partido, y es el conflicto interno que mantiene con el vicepresidente Guillermo Castillo, un abogado y empresario de 53 años.
—Todos saben que Giammattei tiene un carácter explosivo, que se enoja con facilidad y grita. Después de varias peleas, el vicepresidente llegó al límite y la relación se deterioró—, dice una fuente cercana al presidente.
Ni siquiera la victoria electoral mejoró las cosas entre el binomio. Giammattei y Castillo siguieron separados durante los cinco meses que duró el proceso de transición de gobierno.
El presidente electo dirigía a su equipo desde la sede de Vamos, en la Avenida de Las Américas, mientras que Castillo seguía trabajando en su oficina de la zona 1.
—Era una especie de divorcio político el que los mantenía separados unos 8 kilómetros. Y es una distancia corta, pero la tensión durante los encuentros era un verdadero problema. Y es posible que siga así en el gobierno, cuenta una asesora del partido.
Castillo intenta disimular cuando se le ve en persona y en sus redes sociales. En apariencia, todo está bien. Los problemas empiezan cuando cierran las puertas y apagan las cámaras. Ahí la situación se pone tensa.
En cambio, el presidente comienza con una buena relación con su gabinete. El equipo de trabajo está integrado principalmente por hombres, conservadores, vinculados a empresas, al Ejército o a la burocracia estatal.
Al menos seis ministros tienen vínculos con el sector empresarial: Álvaro González Ricci y Antonio Malouf, de Finanzas y Economía respectivamente, quienes tienen nexos con el CACIF. Y por otro lado, Hugo Monroy, de Salud; Oscar Aguirre, de Agricultura; Alberto Pimentel, de Energía y José Cifuentes, de Comunicaciones, han trabajado para empresas que hacen negocios con el Estado.
Edgar Godoy Samayoa, ministro de Gobernación, es un militar en situación de retiro y Juan Carlos Alemán Soto, general de Brigada, fue juramentado como ministro de la Defensa Nacional. La ministra de Educación, Carla Ruiz de Estrada, no es militar, pero su esposo es el coronel de infantería Julio César Estrada Valenzuela.
En el tercer grupo está el canciller Pedro Brolo; el ministro de Trabajo, Rafael Lobos; el ministro de Desarrollo Social, Raúl Romero y la ministra de Cultura, Silvana Martínez, quienes han ocupado puestos medios en instituciones públicas.
Las amistades peligrosas en el Congreso
La bancada de Giammattei debutó en el Congreso con una importante victoria. Su bancada de 17 diputados consiguió el puesto más importante de la Junta Directiva y con eso se aseguró una importante cuota de poder.
El problema es que para que el diputado Allan Rodríguez se hiciera con la presidencia tuvo que negociar y llegar a acuerdos con el Pacto de Corruptos.
La Directiva está integrada por la Unión del Cambio Nacional (UCN), el partido de Mario Estrada —culpable por tráfico de drogas en Estados Unidos—; el Frente de Convergencia Nacional (FCN), de Jimmy Morales; Todos, de Felipe Alejos —señalado por corrupción— y el Partido Unionista, de Alvaro Arzú Escobar.
En el Nuevo Pacto también participaron Valor, el partido de Zury Ríos; Visión con Valores, de Isaac Farchi; Prosperidad Ciudadana, de Edwin Escobar y seis diputados disidentes de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), encabezados por Santiago Nájera.
La mayoría de estos grupos fueron los que, en septiembre de 2017, conformaron el Pacto de Corruptos para garantizar impunidad a todo tipo de criminales, desde pandilleros hasta corruptos.
La victoria del partido de gobierno en su primer día en el Congreso también podría significar el inicio de su debacle, al asociarse a los grupos políticos más cuestionados. Al menos 3 de los 17 diputados no estaban de acuerdo con esa decisión.
La mayoría de los partidos políticos, diputados y operadores externos compitieron por elegir las cortes para cooptar al sistema de justicia, precisamente el mismo que los persigue por actos corrupción y otros delitos.
Celia Aguilera, investigadora de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES), explicó que la puja por los mejores puestos directivos entre los diputados fue resultado de su ambición por controlar la elección de las cortes y la elección de magistrados del Tribunal Supremo Electoral, que se realizarán este año.
— Este año veremos bloques divididos en sus apoyos en las pugnas para controlar la Junta Directiva, pero está claro que la mayoría tienen un objetivo común, que es controlar al sistema de justicia para asegurarse impunidad—, apunta Aguilera.
Muchas promesas para 1,461 días
Con la canción popular “A mí manera” y visiblemente emocionado, el nuevo presidente entró al recinto del Teatro Nacional donde tomó posesión del cargo.
Fue una maratónica jornada de más de 12 horas de actos por el cambio de autoridades en el Congreso, en el Ejecutivo y en los ministerios que tuvieron a Giammattei muy ocupado, en reuniones con su familia, equipo y los invitados extranjeros.
En su discurso, Giammattei habló —y gritó— sobre combatir la corrupción a través de una comisión específica, luchar contra la pobreza y la desnutrición, reforzar la seguridad ciudadana y promover la inversión y el empleo, además de trabajar a favor de las mujeres y minorías étnicas y las personas discapacitadas, como él.
También enumeró sus agenda legislativa prioritaria, que pasa por eliminar a la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia (SAAS), declarar como grupos terroristas a las pandillas y respaldar legalmente a la policía, pues los agentes “tienen miedo de disparar porque el Estado no los defiende”.
El tema que no mencionó Giammattei fue la política sobre derechos humanos.
Y esa es una incógnita que queda en el ambiente, tomando en cuenta que el actual presidente fue quien estuvo a cargo en la Dirección General de Presidios en 2006, durante el operativo masivo en la cárcel Pavón que dejó 14 muertos, 13 de ellos reos.
Giammattei pasó 10 meses en la cárcel en 2010 y al final la justicia lo liberó de cargos, dejando claro que siempre fue inocente. Pero hasta ahora el presidente parece alejarse de la idea de la seguridad democrática y aproximarse más a un ángulo confrontativo.
En las protestas ciudadanas contra la juramentación de Jimmy Morales como presidente, la policía reprimió a estudiantes y activistas con golpes y detenciones. A eso, Giammattei solo dijo que no estaba enterado de lo que sucedía.
• Leé: Así fue la tortuosa (y represiva) juramentación de Jimmy Morales en el Parlacen, por Pia Flores y Jody García
Tampoco está claro cómo enfrentará el Ejecutivo el problema de la migración, pues Giammattei pasó todo el periodo de transición afirmando que podría derogar los acuerdos de asilo firmados por Jimmy Morales con Estados Unidos, si no se le tomaba en cuenta.
En medio de los ceremoniales de su toma de posesión, el presidente se reunió con el secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, Chad Wolf. Y aunque no se explicaron los resultados del encuentro, el equipo de Giammattei dijo que había importantes acuerdos en las conversaciones.
Ahora empieza un periodo de 1,461 días de gobierno, en los que el presidente tendrá que reconstruir las instituciones devastadas que dejó Jimmy Morales, y para eso tendrá que unir a su equipo de trabajo y consolidar su influencia en el Legislativo, aunque eso supondrá reafirmar un Nuevo Pacto.
José Molina /
Del discurso al hecho hay mucho trecho, hoy los pilotos de la ruta 22 luego de denunciar hostigamiento por pandilleros y protejerlos la policía un día, lamentan el asesinato de otro piloto y los ciudadanos esperamos una respuesta contundente. No hay tiempo para conceder un periodo de espera como ha sido costumbre.
Dora Moreno /
Me parece que nosotros los guatemaltecos estamos fritos, practicamente es la Sandra Torres quien le debemos estos dos últimos presidentes, uno que a Dios gracias ya no está, pero ha dejado todo tan patas arriba que el que viene no lo va hacer mejor porque se ha hecho rodear de gente tan nefasta que solo ven por el derecho de su naríz u nada más, yo se que la desnutrición no va a tener cambios, pues no hay voluntad política para eso, en cuanto a educación estamos metidos en un laverinto, pues prácticamente la Historia ha sido saada de juego de acá en adelante seremos los padres los que vamos a encargarnos de que ni una sola víctima de la violencia de Estado se quede en el olvido, ya no digamos en cuanto a la calidad de la educación, en cuanto a salud no hay nada nuevo pues los hospitales esta atiborrados de gente con muchas necesidades y no hay ni mano de obra preparada ni tampoco intenciones de que la situación mejore, en conomía ya no digamos a los pobres nos llega cada vez más un devaluado y miserable sueldo, de manera que nos sobra mucho mes al final del suelo, la vivienda por los cielos, es practicamente un sueño poder comprar una casa, con esos precios y los trabajos cada vez más precarios... estamos jodidos pero tenemos un presidente nuevo, pura lata pero nuevo... ya ni siquiera esperanza en la posibilidad de una duda razonable para con los trogloditas que nos gobiernan.