Para Stefan Benchoam, director de Ultravioleta, “hay mucha resonancia con Guatemala, en especial con los problemas que están apenas comenzando a raíz de los acuerdos del ‘tercer país seguro’, y la imposición constante sobre el concepto de lo que significa ser un cuerpo ilegal, sea el centroamericano que emigra a Estados Unidos, o el palestino en su día a día. La exposición funciona como un puente que nos permite vernos unos a otros, y con eso entender que en gran medida los problemas de unos son de los otros. A partir de ahí que lo que tenemos en frente es una oportunidad diálogo y reflexión compartida”.
Aquí, la conversación con los dos artistas, Basel y Ruanne.
– ¿Cómo se sienten como palestinos en 2019?
– B: Palestina es como un laboratorio del colonialismo de ocupación para quebrar al ser humano. Pero siento que ahora en 2019, cuando hablamos de nuestras batallas, encontramos mejor entendimiento en el mundo. Lo encontramos donde las personas han sido consideradas como desechables, ilegales. Porque las mismas balas de gas que se tiran contra las personas en la frontera con México son las que se tiran en la frontera de Gaza.
– The Intercept reportaba cómo los mismos sistemas de videovigilancia que se usan en Palestina-Israel son las que se usan en México-Estados Unidos. De hecho, Trump fue a preguntarle a Netanyahu cómo había construido su muro.
– R: Sí.
– Ustedes mencionaban el tema de ser ilegal y también lo de quebrar al ser humano. Este año, así como hubo una prohibición de Trump a 7 países musulmanes, también amenazó como prohibir a todos los guatemaltecos, incluidos los que tenemos visas. Ustedes han crecido desde niños con esta prohibición contra los palestinos. ¿Cómo se siente?
– R: Como palestinos, crecemos desde niños no solo recibiendo el mensaje de que no podemos viajar (como no son reconocidos como Estado, no tienen pasaportes y solo pueden viajar con pasaportes israelís o tarjetas especiales.). No solo nos dicen que no podemos viajar sino que no existimos. Me he encontrado con muchas personas en mi vida que me dicen: ‘Palestina no existe’. Una crece con la idea de que no solo no puedes estar en muchos lugares, sino que tu presencia, incluso en Palestina, no debería ser. Que no deberías existir.
Como niña, como niño, es una experiencia que… no sé cómo traducirla racionalmente, es una experiencia traumática a la que se suma vivir en ocupación (Israel ocupó Palestina desde 1967, y sigue ocupando la parte de Cisjordania hasta ahora, 2019), que hace que yo siempre haya jugado en la calle con soldados israelís a la par. Es una comunidad físicamente vulnerable. Y constantemente sentimos la amenaza de un posible genocidio. Es tangible, real. Esto provoca trauma, ansiedad, paranoia. Los palestinos tenemos un síndrome en el que siempre pensamos que una catástrofe está a la vuelta de la esquina.
B: Hemos alcanzado un punto en el que palestinos jóvenes artistas, músicos, estamos pensando en cómo abrazamos esta situación, y las posibilidades de esta condición: este presente imposible. De personas que no deberían existir, pero que seguimos existiendo. Es como una resiliencia social. Y es algo que experimentamos siempre, en Palestina y cuando salimos, que la gente tiene ideas preconcebidas sobre cómo somos los palestinos.
R: Las marchas del retorno en Gaza es sobre eso (en donde palestinos de Gaza caminan rumbo al muro-frontera, a pesar del riesgo de ser asesinados por soldados israelíes, como cuando Guatemala trasladó la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, violando la ley internacional). 70 años después seguimos insistiendo en nuestro derecho a regresar a nuestra tierra ocupada, de donde venimos. Como el asunto de los dos Estados está acabado, miras cómo este movimiento social en Gaza insiste más.
B: Como artistas usamos el quiebre como algo que crea una apertura.
– ¿Un quiebre como una apertura? ¿Cómo puede explicar que las personas no se rompan después de estos años y estos momentos, en Palestina o en Guatemala?
– R: Creo que son tan extremas que no hay ninguna otra opción. Romperse es básicamente morirse. Hemos alcanzado un punto de condiciones imposibles.
B: Y el cuerpo es lo único que te queda. Es una batalla por la vida. Es una situación extrema, tanto para muchas personas como para el planeta.
– ¿Qué quieren decir con que los quiebres son aperturas?
– B: Es sobrevivencia y resistencia. ¿Cómo se convierte algo no terminado en algo productivo?
R: Es no entregarse a las políticas de miedo y la desesperación. Cada vez que hay una derrota en las resistencias para la justicia social, la narrativa se convierte en que todo está mal y es una historia fracasada. Y en vez de eso podemos verla como un impulso que regresa y que no se acaba, un impulso de la gente a luchar por la justicia y la dignidad, a pesar de la violencia, la presión, las derrotas. Veamos los destrozos y veamos qué se puede salvar. La resistencia popular lucha contra instituciones que son mucho más poderosas, pero a pesar de la historia, no son capaces de acabar con el impulso de las personas hacia la justicia. No podemos dejar que nuestros imaginarios sean colonizados, derrotados.
– ¿A qué se refieren con esto último?
– B: Si colonizan, si derrotan tu imaginario, tu imaginación de pensar que las cosas pueden ser diferentes, con justicia, ya no hay salida. Por eso es que pelean contra cualquier búsqueda de justicia social, porque prefirieran que fuéramos seres durmientes. Imaginar que las cosas pueden ser diferentes… ahí es donde podemos tomar los quiebres y convertirlos en cosas productivas.
R: Además que no tenemos alternativa. Si gana el sistema, vamos hacia la extinción como especie.
– En América Latina, en el mundo progresista, muchas veces se considera que si se mantiene un atisbo de optimismo, se está claudicando, se le está fallando al movimiento. ¿Es por esto que consideran que el arte y la poesía son importantes en estos momentos?
– B: Hacemos a partir de cosas que están ocurriendo ahora, sobre cómo las personas resisten, cómo insisten. Hicimos un trabajo sobre cómo jóvenes palestinos regresan a ciudades destruidas y haciendo camping, con actividades culturales, fiestas. No era nostálgico, sino era reconsiderar estas ciudades, y no verlas como lugares de destrucción, sino como lugares de vida. Tomamos esto y lo convertimos en un proyecto (artístico).
– Responder con la búsqueda de la vida en vez de con la derrota.
– B: Sí, nuestro trabajo es sobre sistemas de poder, pero empieza a partir de las resistencias. No queremos salir de la narrativa de colonialismo y capitalismo.
R: Partimos en nuestro trabajo de preguntarnos: ¿A quién le importa?
B: Porque naturalmente nos deprimimos en el camino. Pero siempre hay personas que nos inspiran. Como las marchas de retorno en Gaza. Nos fortalecemos de las batallas de la gente.
– Aunque sigan marchando hacia la frontera, no la van a abrir. Y se los pregunto porque estamos rumbo a algo parecido de un ‘muro’ de militares mexicanos en la frontera para impedir que los guatemaltecos y los centroamericanos salgan. ¿Por qué siguen marchando?
– B: Estás marchando rumbo a tu muerte, pero también rumbo a la vida, a la libertad. Hay una imposibilidad de vivir, una muerte lenta, pero estás marchando hacia la muerte y a la vez hacia la vida y la libertad. Por un momento, es posible derrotar a la muerte.
– Tengo dos últimas preguntas de mi hermano, que es artista. ¿Para tener éxito como artistas hay que exponer en Europa?
– B: Depende de cómo se define el éxito. Si el éxito es poder vender obras para poder vivir del arte, desafortunadamente sí, Europa todavía gobierna el mundo. Pero también puede ser uno un artista conocido en su barrio, que no quiere ir a Europa.
– ¿En contextos convulsos es más fácil tener material para hacer arte?
– R: Es una pregunta compleja porque por una parte puede darte cierta urgencia a tu práctica como artista porque la situación es muy urgente y la estás vivienda. Puede hacerte sentir como que hay algo más grande que el trabajo, y afecta el trabajo. Pero también por otra parte puedes caerse en la trampa de utilizar e instrumentalizar la situación. Lo que me mueve es trabajar con cosas que afectan a las personas.
– Y una última, mía. ¿Por qué aceptaron la invitación de Proyectos Ultravioleta para venir hasta Guatemala?
– R: Hay muchas conexiones, muchas similitudes entre el colonialismo y el apartheid que ambos países hemos vivido. Nuestro trabajo es sobre las conexiones entre personas. Cómo podemos usar la experiencia palestina para conectarnos con otras realidades. Esto de convertir a las personas en ilegales, ponerlos en jaulas, en situaciones en las que es imposible vivir con dignidad. Escogimos trabajos para esta exposición que tiene que ver con este momento que estamos viviendo. Hay muchas diferencias, claro, pero muchas cosas que nos unen.
B: Queremos cuestionar qué es ser ilegal. Nos duele igual las escenas en la frontera de Gaza que en la frontera en México. Las personas que quieren destruir al planeta y a la humanidad, trabajan en conjunto. Nosotros, que resistimos, también deberíamos hacerlo.
Véronique Simar /
¡qué lástima que no estaré todavía en 2019 para ver esta expo! Parece tan relevante... y intrigante! Gracias Martín por reportar sobre el asunto