“Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, es otra vez el lema de la huelga que se extiende por todo el mundo pero que es traccionada, principalmente, desde América Latina y el Caribe donde el grito de Ni Una Menos, Vivas Nos Queremos, resuena como una estampida en todos los rincones del territorio. Uno signado por ser la región más desigual del mundo, donde el 10% de la población es dueño del 71% de la riqueza. El próximo 8 de marzo volvemos a mover la tierra de su eje con el Paro Internacinal de Mujeres. Desde las raíces profundas de nuestros territorios hasta los edificios de las corporaciones, vamos a quebrar las estructuras que nos atan. El 8M NOSOTRAS PARAMOS, NOS PARAMOS. Mujeres, lesbianas, travestis y trans estamos organizadas en un deseo común y ya no hay vuelta atrás. Ante la feminización de la pobreza, decimos: ¡feminización de las resistencias! y volvemos a tomar las calles el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Si nos paramos todas, la tierra se mueve.
El atecocolli es un instrumento de las comunidades prehispánicas latinoamericanas y caribeñas. En lengua náhuatl es la unión de cuatro palabras: Atl, “agua”; Tetl, “piedra”; Cocojtli, “tubo” y Ollin, “movimiento”. El atecocolli es una concha marina. Su sonido potente y con un eco grave convocaba al trabajo, a la asamblea, a una ceremonia o a una celebración en diferentes pueblos desde Alaska a la Patagonia. El atecocolli ya está sonando en todo ese territorio -y en el mundo-para convocar al segundo Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans: desde la virtualidad de las redes sociales hasta las asambleas cuerpo a cuerpo que se multiplican en distintas ciudades, pueblos, comunidades y rincones para organizar la huelga feminista que tendrá acciones globales pero que en cada región, en cada país, en cada lugar tendrá su particularidad. El atecocolli suena para llamar a la asamblea con múltiples preguntas: ¿qué significa parar? ¿por qué paramos? ¿cómo vamos a parar? ¿cómo articulamos con las redes sindicales? ¿de qué manera vamos a convocar a más que el año pasado? ¿qué alianzas podemos tejer para que el paro sea real y efectivo? ¿qué acciones de intervención callejera podemos hacer? ¿cuáles en las redes?
Por ahora un acuerdo común es que el color violeta va a inundar las calles en las manifestaciones que se hagan. Y una certeza: el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer paramos, nos paramos.
El Paro Internacional de Mujeres tiene que leerse en línea con un pasado reciente y un presente que puso a los feminismos en las calles con las históricas demandas contra las violencias machistas pero también como sujeto político que se para frente a las avanzada neo conservadora en la región y el mundo. La impugnación apunta a una moneda de dos caras: el patriarcado y el capitalismo en tanto propuestas de modos de vidas que nos excluyen, nos violentan, nos matan y oprimen a diario. Todos los días hay 12 mujeres menos en Latinoamérica y el Caribe por el solo hecho de ser mujeres. “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, decimos para poner en evidencia que nuestro trabajo asalariado pero también doméstico, de cuidados y reproductivo es la base para que el sistema productivo funcione como tal.
Estamos viviendo una revolución feminista y sabemos que es irreversible. Vale repasar la lista de hitos de esta revolución estridente por momentos, silenciosa por otros, más lenta que lo que que deseamos pero siempre tenaz: la marcha por Ni Una Menos en Argentina en 2015, el 7N contra la violencia machista en España ese mismo año, el 24A Vivas Nos Queremos en México en 2016, el 1J #PortoDasElas en Brasil, el histórico 13A en Perú, el lunes negro en Polonia y el primer paro de mujeres en Argentina en octubre de 2016. Hay una potencia feminista que desborda, que se multiplica y que disputa sentidos con cada acontecimiento callejero y ensancha los márgenes de las que somos en cada marcha. Después vinieron la Women´s March, el Paro Internacional y a fin del año pasado el llamado de las mujeres zapatistas a un encuentro internacional de las mujeres que luchan. El último 20 de enero cientos de miles de mujeres colmaron ciudades como Washington, Los Angeles, San Francisco y Atlanta en la segunda edición de la Women’s March (WM), que tuvo réplicas en todo el mundo. El domingo, el segundo capítulo fue Las Vegas y la consigna #PowerToThePolls: un llamado a que más mujeres se registraran para votar en las legislativas de noviembre. Esto enmarcado en un proceso proceso de denuncia y visibilización de la violencia que vivimos que es cotidiano: en Argentina puede llamarse #NoNosCallamosMás, en México y Colombia #MiPrimerAcoso y en Estados Unidos #MeToo o #TimesUp.
En esta efervescencia, activistas de Argentina, Bolivia, Perú, México, Brasil, Ecuador, Guatemala, Honduras, El Salvador, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Chile, Paraguay, Costa Rica, Estados Unidos, Alemania, Grecia, Portugal, Italia, España, Escocia, Irlanda, Inglaterra, Polonia, Austria y Suecia ya están articuladas de manera virtual para pensar acciones conjuntas en una gran Internacional Feministas. El año pasado fueron más de 50 países los que se unieron a la huelga. Este 2018 se cumplirá un año del femicidio estatal de las niñas de Guatemala del Hogar Seguro: 41 murieron y 15 sobrevivieron al fuego letal. Y el Paro tendrá el reclamo de justicia por las niñas, sus familias y las sobrevivientes como uno de los ejes centrales. Cada acción feminista construye memoria por las que no están pero es también una construcción a futuro: tenemos una responsabilidad social con el modo de leer el pasado, el presente y construir nuestro futuro.
¿Qué significa parar?
No hay una única forma de parar. Porque las mujeres, lesbianas, travestis y trans están en distintas y múltiples situaciones: pensemos en las que están presas o encerradas en instituciones. Parar es mucho más que dejar de trabajar en términos productivos. Es un intento por frenar el mundo de la forma en que lo conocemos y ese mundo se nos presenta con las reglas heteropatriarcales. Decimos que es una revolución porque lo que está en juego son nuestras vidas pero también nuestras maneras de relacionarnos, nuestras formas de gestionar nuestro deseo y nuestro placer.
Paramos para seguir fortaleciendo nuestra comunidad feminista. Podemos hacer huelga, pero también reunirnos en asamblea. Juntarnos con otras es también una forma de parar.
Para las trabajadoras asalariadas, el Paro es un desafío porque implica dinamizar articulaciones al interior de los sindicatos, espacios dominados históricamente por varones. Sin embargo, el paro desborda el sentido del trabajo con salario y rescata de la invisibilidad al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, la base de la desigualdad. Paramos las tareas productivas y reproductivas.
La huelga convoca a todas: “las trabajadoras, entre ellas las más pobres, las indígenas, las migrantes, las viejas, las más jóvenes, las adolescentes, las zapatistas, las mujeres de los pueblos indígenas, las kurdas, las guerrilleras feministas, las negras, las refugiadas, las estudiantes, las detenidas, las presas políticas, las criminalizadas, las víctimas de trata y explotación sexual, las madres y las que no queremos ser madres, las mujeres con diversidad funcional y capacidades diferentes, las amas de casa, las empleadas domésticas, las cuidadoras, las trabajadoras sexuales, las jubiladas, las pensionadas, las docentes, las pibas, las enfermeras, las médicas, las trabajadoras del Estado, las de la economía popular, las luchadoras populares, las sindicalistas, las desocupadas, las precarizadas, las artistas, las taxistas, las plomeras y un largo etcétera de mujeres diversas”.
En ese sentido hay que poner en práctica la imaginación para las acciones que se lleven adelante ese día y en la previa para convocar: en Argentina se organizan patrullas de pintadas callejeras en paredes cedidas por sus dueñxs y así evitar la persecución policial, en Paraguay armaron un equipo de visitas que recorre los lugares de trabajo de quienes no pueden participar de las plenarias o asambleas, en otros países las feministas se suben a los colectivos a hablar del paro con otras. Se planean videos, manifiestos y múltiples convocatorias de las más diversas estéticas. En la diversidad está la potencia feminista que interpela de distintas formas.
Por eso, sumemos todas nuestras experiencias, posibilidades e interpretaciones sobre parar usando el #8M #NosParamos #NosotrasParamos en redes sociales. Hablemos con otras sobre la huelga. Pensemos en que ninguna se quede afuera. Tejamos estrategias y alianzas con las amigas pero también con las perfectas desconocidas. Si nos paramos todas, la tierra se mueve.
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