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Por el derecho a la noche

Las mujeres estamos cambiando el mundo. Somos fanáticas de los boliches. Queremos bailar, gozar, disfrutar. No vamos a admitir la censura y el miedo como forma de vida, ni estamos dispuestas a ser castigadas o sentirnos culpables por el placer.

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Foto: Taringa

¿Cuántas veces aparece una mano inesperada en la cintura en el momento que no queremos? ¿O un brazo que tironea de nuestra muñeca con fuerza y no nos deja avanzar en la marea de cuerpos? ¿Cuántas veces decimos que no con una sonrisa fingida y obligada para poner un freno a la insistencia? Para las mujeres la noche es un campo minado de violencias machistas, potenciales y efectivas: desde el momento que salimos hasta que volvemos a nuestras casas. Salimos en busca de un espacio de libertad pero nos encontramos con restricciones invisibles que ponen un corset a ese momento de goce. Caminar rápido en la calle oscura con las llaves entre los dedos como único elemento de autodefensa, acostumbrarnos a avisar cuando llegamos a nuestras casas a nuestras amigas: escenas de la vida nocturna que se vuelven cotidianas cuando nuestra elección es divertirnos de noche. Sin dudas, la terrorización que se impone sobre nuestra ocupación del espacio público se agudiza cuando el día oscurece.

El temible relato que edifica nuestro miedo, la idea de que la noche avala cualquier forma de violencia sobre nuestros cuerpos se vuelve un dispositivo tan aleccionador como eficiente que hace que salir a bailar, a disfrutar y a ejercer el derecho sobre el espacio público, sea para nosotras un acto de rebeldía. La idea, mediáticamente reforzada, de que las mujeres que son violentadas son responsables de sus destinos por cómo iban vestidas, por lo que habían tomado, o porque decidieron salir de su casa solas, es un recordatorio constante de que este sistema a las mujeres, lesbianas, trans nos quieren sumisas y silenciosas, encerradas en nuestras propias casas  y castigando nuestro derecho al placer.

A Melina Romero la violaron y la asesinaron entre, al menos, cuatro varones una noche del 2014 después de haber ido a bailar a un boliche del conurbano bonaerense, en Argentina. Los medios de comunicación instalaron la idea de que Melina, víctima de un feroz femicidio, era en parte responsable de su propia muerte. Se la llamó “fanática de los boliches”, se cuestionó que había abandonado la escuela secundaria, se divulgaron detalles íntimos de su vida, se habló hasta el cansancio de cómo salía vestida para ir a bailar y en ese enunciado se explicitó que la culpa era suya, por pretender divertirse. El de Melina no es un caso aislado. En un simple repaso por la región enseguida aparecen otros: como el femicidio de Lesvy Martinez, asesinada en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México a mediados de este año. Fue la propia procuraduría de la Ciudad de México quien hurgó en vida privada, íntima y lo publicó en sus redes sociales. Estas revictimizaciones refuerzan la narrativa aleccionadora sobre los derechos de las mujeres, lesbianas, travestis y trans al placer y a la diversión.

No hay que ir tan lejos para entender que la noche ha sido territorio fértil para violencias machistas. Desde nuestras propias historias hemos visto cómo se ha vulnerado nuestro consentimiento en el ámbito nocturno y cómo, también, la mayoría de esas situaciones terminaron con nosotras alejándonos de los establecimientos, tolerando manoseos, yéndonos de las fiestas, cabizbajas ante la impunidad patriarcal con un enorme sentimiento de culpa por sabernos, en alguna medida, responsables.

Divertirse, para nosotras, implica asumir riesgos. Y eso no es natural.

Cambiar esa noción sobre la diversión para nosotras es una tarea compleja que implica la discusión sobre nuestro lugar en el espacio público y también la responsabilidad estatal y privada en garantizar que todos los ámbitos de nuestras vidas estén libres de violencia. Ese debate implica señalar que el placer, la fiesta, el alcohol, el baile y la exhibición del cuerpo propio, no son condición de posibilidad para ningún tipo de violencia machista y que, además de no serlo, se tiene que garantizar nuestro bienestar y nuestro derecho a bailar.

Desde principios del año, la Asociación Civil Argentina Red de Mujeres, junto a un colectivo de organizaciones y establecimientos, estamos trabajando con la sensibilización, capacitación y construcción de protocolos que puedan prevenir y contener violencias machistas en establecimientos nocturnos, bares y boliches. La iniciativa surgió gracias a las denuncias públicas de mujeres que sufrieron algún tipo de violencia dentro de los establecimientos y que recibieron respuestas revictimizantes y precarias de parte de los establecimientos que carecen de la compresión de la problemática. Las denuncias movilizaron a los lugares a capacitarse y a incluir la perspectiva de género a sus intervenciones.También pusieron en cuestión que el paradigma está cambiando: las mujeres no nos callamos más y exigimos que los lugares a los que vamos a divertirnos nos garanticen nuestros derechos.

Producto de esta iniciativa, algunos espacios han implementado material de prevención también en los baños de varones. Campañas como #NoEsNo o cartelería explicando en qué consiste el consentimiento y cuándo constituye acoso o abuso, son fundamentales para involucrar a los varones a la erradicación de la violencia y comprender que la prevención integral de violencia contra las mujeres implica trabajar con quienes son potenciales perpetradores de la misma. Que los bares tomen una posición al respecto y explicitan que en su establecimiento no se van a admitir actitudes que vulneren los derechos de las mujeres es, en sí misma, una acción de enorme contundencia que visibiliza la problemática.

Es necesario superar la perspectiva que limita a la violencia machista a los márgenes  de la violencia doméstica y violencia intrafamiliar. Somos las organizaciones feministas quienes estamos poniendo el foco ahí para que la perspectiva de género se piense en términos interseccionales de clase y de raza pero también atravesada por la variable edad. Revolución en las camas, en las casas y también en los espacios nocturnos.

Las mujeres estamos cambiando el mundo. Somos fanáticas de los boliches. Queremos bailar, gozar, disfrutar. No vamos a admitir la censura y el miedo como forma de vida, ni estamos dispuestas a ser castigadas o sentirnos culpables por el placer. La noche será feminista, libre y segura o no será más. Al patriarcado también lo tumbamos bailando.

María Florencia Alcaraz
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María Florencia Alcaraz es conurbana, subtropical, periodista feminista y Licenciada en Comunicación. Co-dirige el portal de noticias feminista LATFEM e integra el colectivo Ni Una Menos en Argentina.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Maria Isabel /

    23/11/2017 9:57 AM

    Felicidades a Nomada por reconocernos a las mujeres con este espacio. Quisiera opinar que me gustó el artículo, sin embargo la foto me parece agotadora. Ya no usemos fotografías de mujeres guapísimas con senos enormes y cuerpos perfectos. Esa belleza física no es la realidad del 99.9% de mujeres en el mundo así que es absurdo que sigamos poniendo fotografías así para jalar clics y lecturas a los artículos. Si vamos a hablar de la realidad que nos aqueja y que muchas veces no se ha reconocido, visibilicemos también a las mujeres cuya belleza es distinta a las de las revistas y la "idea mediáticamente reforzada" de la belleza femenina.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Daniel Perera /

    23/11/2017 6:13 AM

    Felicidades a Nómada y a las volcánicas blogueras en este nuevo proyecto. ¡Bravo!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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