Como es imposible que todas las ideas que a uno se le ocurran sean un “crack”, pensé que lo más sensato era aceptar la realidad cuasi-DDA en la que vivimos, en la que el vehículo que utilizamos para comunicarnos debe ser lo más breve posible.
Y algó así sentí en el restaurante que reseñaré a continuación, que, al igual que la introducción personal y anécdotas incluidas, al final cierran en un círculo y todo hace sentido, aunque al principio no lo parezca. Como el flan de toffee con tuétano que probé ese día.
Tenía muchas ganas de ir a Flor de Lis, tanto, que esperé a que fuera mi cumpleaños y la dueña de mi sueldo ( y mi corazón ) se animara a acompañarme. Así que, bien peinaditos, nos fuimos a probarlo.
Lo primero que me sorpendió fue que nos recibiera la hija de unos queridos amigos, nutricionista de la Marro y nos explicara dedicadamente la elaboración de cada plato y los vinos recomendados para ello. Sin su ayuda, la experiencia de este menú de degustación de 8 platos no hubiese sido igual. No puedo recordar todos los platos que probé, pero intentaré describir los principales que han sobrevivido en la memoria hasta hoy.
Uno de los primeros era un tomate confitado sumamente dulce, sobre un queso (mascarpone creo), con una jalea de frutillas y un toque algo picante al final. El confite del tomate era simplemente perfecto, una mezcla de cristalización, temperatura y justa dulzura, que sería digna de ser comentada por sí sola. Pero lo que más me gustó fue la osadía de pasarlo al inicio del menú de degustación: me hizo recordar cuando, aún intentando enamorar a mi esposa, le apreté la mano al otro que competía por su corazón tan fuerte, que no tuvo más que levantarse y retirarse. Siempre he pensado que, sin decir una palabra, ese fue uno de los gestos que hizo que hoy esté felizmente casado y con 2 hijas. Un plato delicioso, que hubiera sido un excelente pre-postre y mis felicitaciones al chef por atreverse a pasarlo en el orden en que lo pasó.
Otro de los platos era una galleta de cebolla tostada y, entre la galleta, un tartar de hongos, servido en un plato que era un hongo también. El tener que buscar con la galleta de cebolla entre los surcos del hongo por ese bendito polvo con que estaba aderezado, fue una de las experiencias más divertidas de la velada. Servida en una forma en que se te hace difícil comerlo, digno de Edith Piaf cuando canta “tout ca m'est bien egal” (algo así como “todo me pela”) en “Je ne regrette rien”. Esa es la actitud.
Yo creo que la genialidad se puede encontrar en muchas de las actividades de la vida. Me gusta mucho Calle 13, especialmente cuando canta cosas como “cuando se lee poco, se dispara mucho”, o “un idiota es el que cree que todos son idiotas, menos él” o “alcanzan todo lo que deseas, así de grandes son las ideas”, 3 perlas disfrazadas de reggaetón y muchas más, listas para ser absorbidas como el postre de toffee con tuétano que me sirvieron al final. Lo fácil hubiese sido no hacerlo con tuétano, o no decirnos nada, pero me encantó este postre diferente, atrevido y con actitud Edith Piaf.
Yo describiría Flor de Lis como un síntoma de los tiempos. 8 platos pequeños, inteligentemente pensados para desafiar y para estimular distintos sentidos de tal manera que no perdamos el intervalo de atención de 10 minutos que nuestro millenial media manager tiene. No es un restaurante para todo mundo, pero seguramente al chef “tout ca m´est bien egal”, es caro y raro y no sé por qué, ¡pero me encanta!
Cuando quieran escuchar regaetton inteligente, desafiante, escuchen a calle 13. Cuando quieran escuchar canciones viejas inteligentes, desfiantes, allí esta Edith Piaf. Y cuando quieran comer en un restaurante diferente, inteligente, y desafiante... ya saben qué hacer.
un ahijado entre tantos /
Combinación rara entre música y alimentos.. Mi paladar y mi oído se encuentran con armonía de sentir esos sentimientos encontrados por Fito Andolini.. Un día me escaparé con mi amada a sentir esos enamoramientos por la comida y la música..
AID /
nunca había escuchado a calle 13, gracias por la recomendación!! con Edith Piaf... no puedo... es ese tipo de empacho que solo una mamá guatemalteca puede lograr cuando "alimenta" a sus hijos con insistencia con la misma comida porque hace bien o porque a ella le gusta (logró el mismo efecto con el cocido... jajaja)