Vengo a defender la dignidad de todas las niñas negras

Cuando vivía en el cuerpo y en la mente de una niña de 5 años empecé a tener sentido de mi dignidad, recién me había descubierto como niña negra gracias a un entorno racista. Me gustaba mi cuerpo, me gustaba mi negritud y me sentía inteligente, pero también me sentía llena de miedos y vivían en un conflicto interminable con mi entorno, en todo momento tenía que demostrar mi valía era, lo que afianzó mi carácter rebelde.

Tenía todos los problemas comunes de una niña que vive en un entorno oprimido, mi madre trabajaba y cuidaba de mi hermana y de mí y al mismo tiempo, cuando tenía 10 años algunas veces mi madre y mi padre tenían que salir a trabajar, tenía que dejarme sola con mi hermana y ese era el momento en el que un adulto cercano a mi familia entraba a molestarme, sugería situaciones realmente incómodas, me tocó aprender a los 10 años de edad a lidiar con el acoso sexual.

En mi barrio todo el tiempo se escuchaba entre las señoras que alguna niña había sido violada, era tan común que el asombro y el escándalo duraba unas pocas horas, debido a la repetición y a la similitud de las situaciones, siempre era lo mismo, la niña violada tenía que irse del barrio, salirse del colegio y nunca volvíamos a saber de ella. El común de estas situaciones me permitieron entender inmediatamente lo que estaba pasando y lo que podría pasar.

La vida me había enseñado a cuidar mi dignidad por encima de cualquier cosa, pero esta vez mi contrincante no era una niña blanca que se burlaba de mi cabello, era un contrincante que sabía que sola no podría vencer. Por supuesto que para una niña de 10 años es difícil decidir a qué persona contarle y de qué manera debía denunciar la situación, mi agresor amenazaba con matarme o con matar a mi papá si yo decía algo, también me decía, que si decía algo mi papá iba a matarlo e iría a la cárcel y mi mamá, mi hermana y yo no lo volveríamos a ver.

Después de varios días hablé con una profesora, ella siempre me miraba con mucho cariño, sabía que era alguien en quién podría confiar, le conté lo que pasaba y ella lo habló con mi madre, no quería ser yo la que tuviera que decirlo, solo pensarlo me estremecía de la vergüenza, no quería ver la cara de angustia, ni de culpa de mi madre, ni queria ser yo la que denunciara una situación tan incómoda.

Somos muchas las mujeres que desde muy pequeñas tenemos que aprender a cuidar de nosotras misma, “este suelo es malo para cierto tipo de flores” dice Toni Morrison en su libro Ojos Azules, pero las que sobrevivimos a este terreno hostil aprendemos a defender con todas nuestras fuerzas nuestra dignidad. Cómo todos los seres humanos a diario cometo muchos errores, trato de aprender de cada uno de ellos, pero sobre todo, cada día de mi vida hago mi mejor esfuerzo por tomar decisiones que llenen mi vida y la vida de los que me rodean de dignidad.

Es por esto que aquí estoy frente a ustedes, con una blusa verde, con aretes verdes, con tacones verdes, con una falda con estampados verdes. En símbolo de lucha por el derecho al aborto, porque si no podemos garantizar el derecho al aborto tan pronto como sea posible o tan tarde como sea necesario, no podemos garantizar a nuestras niñas ningún derecho.

Sher leyó este discurso el 11 de octubre de 2018 en Bogotá, en el marco de las actividades organizadas por el Día de la Niña.